domingo, 27 de enero de 2019
Andoque, Caquetá II
En cuanto llegó abajo el manguaré, empezaron a hacer la casa donde lo iban a instalar. El jefe del trabajo era el pájaro cucarachero. En esa maloca vivieron. La maloca es de ese tiempo. A lo que terminaron de trabajar, Tomirepa se puso a nombrar todos los palos de la maloca: el estantillo, la viga, la vara, la zancona, los bejucos, la cumbrera, la culata. Dijo: «Ya sabemos todos los nombres. Ya sabemos hacer casa. Así seguiremos haciendo».
Andoque, Caquetá I
Tomirepa, el que primero nos hizo hablar, fue quien primero comenzó a trabajar. Fue el primero que sembró con ellos. Entre todos tumbaron un palo por medio del fuego; hacían una hoguera alrededor del palo y lo quemaban. Quedaba un pedacito limpio, y ahí sembraron toda clase de frutas. Él hizo retoñar todos los cultivos que hay: yuca, piña, maní, coca, ají.
Ticuna, Amazonas
El padre Yoí pensó: «Como ya tengo hijos grandes voy a hacer la primera fiesta, para que ellos aprendan y sigan mi ejemplo». Nos lo enseñó y desde entonces se siguió haciendo. La hizo en el tiempo de la oscuridad, con toda su gente, para alegrar el mundo hasta hoy. Se escucha con todos sus instrumentos: motelo, tambores, bocinos y la bulla de la gente. La corona que tenía el padre era de plumas de la cola del gavilán. Todos tenían sus aretes grandes que brillaban y cada uno se pintaba la cara con zumo de huito.
Emberá-chocó, Chocó
Caragabí le dijo al carricerito pequeño: usted sí va a poder, vaya suba. Cuando troce el bejuco, deje el hacha y corra para abajo. El carricerito se subió y cuando trozó el bejuco se bajó y llegó a la tierra antes de que cayera el árbol. Cuando cayó ese árbol se volvió todo agua, como mar, y donde cayeron los bejucos se formaron los ríos. Y la gente pudo tomar agua.
Wayuu, Guajira
Un cazador llevaba tabaco yüi makuira, el que utilizan los chamanes. Partió un trozo, se lo metió en la boca y le sacó el zumo. ¡Sulum! ¡Lo escupió hacia arriba! Enseguida los venados corrieron por aquí y por allá. Antes eran mujeres. Ahora se habían transformado en ciervos con solo oler el tabaco yüi makuira.
Mitología kogui II
El tabaco era antes gente. Le gustaban los cuentos; cuando oía hablar en una casa se arrimaba a la pared y escuchaba. Por eso la Madre hizo que creciera siempre alrededor de las casas, cerquita a la pared. Allá puede escuchar. También la Madre mandó que el tabaco se tomara junto con la coca, porque así puede oír todos los cuentos.
Mitología kogui I
Primero estaba el mar, todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. El mar estaba en todas partes. El mar era la Madre; la Madre no era gente, ni nada ni cosa alguna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria.
martes, 18 de abril de 2017
Seudónimos
Al borde de la muerte, consumido por la inactividad, este blog aún sigue presente entre los fantasmas de internet. Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que publiqué, y, para colmo, esta nueva entrada no es un cuentito, sino el enlace a un artículo maravilloso del que la escritora argentina Giselle Aronson me hizo partícipe.
Hagan clic en este enlace y van directo a él. Se trata de los seudónimos y de las discusiones que nos genera como creadores.
Saludos si es que alguien aún pasa por aquí.
Hagan clic en este enlace y van directo a él. Se trata de los seudónimos y de las discusiones que nos genera como creadores.
Saludos si es que alguien aún pasa por aquí.
viernes, 7 de octubre de 2016
Me salvas del fin
Se me agotan las palabras para enunciar tu bienvenida.
Los adjetivos precisos para definir el momento que le regalas a mi alma.
El número de agradecimientos que le debo a tu llegada.
Se me acaban los pétalos de rosa con los que colmaría tu tiara.
Las invenciones definitivas para que entiendas el regocijo que me brindan tus ojos.
Los coros que entonaría para celebrar tu triunfo sobre las dudas.
Se me extinguen las fórmulas para llevarte una caricia.
Las imágenes para mostrarte las historias que trajiste con tu llanto.
Los momentos en los que te entregaría mi piel para tu total sosiego.
Todo se me agota, todo se me acaba, todo se me extingue.
Pero te veo y haces florecer las cenizas.
Me entregas un pincel, me salvas del fin, me concedes un génesis.
Los adjetivos precisos para definir el momento que le regalas a mi alma.
El número de agradecimientos que le debo a tu llegada.
Se me acaban los pétalos de rosa con los que colmaría tu tiara.
Las invenciones definitivas para que entiendas el regocijo que me brindan tus ojos.
Los coros que entonaría para celebrar tu triunfo sobre las dudas.
Se me extinguen las fórmulas para llevarte una caricia.
Las imágenes para mostrarte las historias que trajiste con tu llanto.
Los momentos en los que te entregaría mi piel para tu total sosiego.
Todo se me agota, todo se me acaba, todo se me extingue.
Pero te veo y haces florecer las cenizas.
Me entregas un pincel, me salvas del fin, me concedes un génesis.
Belén
jueves, 25 de agosto de 2016
Cliente frecuente en el café de esquina Libertador
En la mesa 3, hay una pareja ausente, cada uno concentrado en su móvil, mientras el mesero les deja una malteada de fresa. En la 5, un hombre que llega a los 50 inicia la sección de deportes de su diario y le da un último sorbo a su latte. A la derecha, una chica teclea su portátil tratando encontrar las palabras adecuadas para su ensayo. Y a la izquierda, sobre la barra, un adolescente juega desprevenido en su tableta. En la mesa ubicada justo al frente del ventanal, un par de mujeres chismea turnándose cucharadas de un pudín de chocolate. En la 8 estoy yo. Sobre mi mesa, un vaso de agua; sobre mi silla, mi AK-47 envuelta para la función.
miércoles, 18 de mayo de 2016
Ausencia de un otoño
El crujido de la hoja seca, ese extraordinario sonido que se forja de tu invitación al juego y nuestras pisadas. Porque aunque aquí no tengamos otoño, tú has encontrado la manera de hallar pámpanos en cadena para saltar sobre ellos y competir conmigo para mentirnos sobre quién pisa más. Esa trivialidad, esa ingenua manera de intentar detener el tiempo para estar contigo, esa tontería que le da sentido a mi título de papá.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Clara
Mientras unas celebran sus dotes gastronómicos, yo bailo al ritmo que me proponga el viento. Mientras otras exhiben sus dones de sirenas, yo danzo con la música del destino. Mientras algunas se contonean ante el acuerdo de la sumisión, yo me entrego en la pista como si de mi último baile se tratara. Soy una con el ritmo, me propongo como una nota que se suma a la sinfonía y me mezclo entre el vaivén de los compases hasta que mi tuétano encuentre su propia cadencia. Bailaré entre los hombres que me observan con ese deseo que los hace tan elementales, víctima de la envidia femenina que solo conseguirá aumentar el movimiento de mis caderas. Así viviré hasta el último de mis días, porque si algo decidí después de que mi cuerpo se sumergiera en tantas y variadas pistas, es que me quiero morir bailando.
martes, 15 de marzo de 2016
Lupe
Te busco entre los asistentes de la fiesta, escudriño entre los rostros cubiertos con el antifaz. Sospecho que me buscas de la misma forma, que intentas descubrirme en medio del desfile de disfraces, que intuyes mi presencia, pero no te atreves a hablarme por temor a equivocarte. Manifiéstate, querido mío, que a pesar de que esta máscara me cubre, detrás de la careta te espera una mujer abierta a las posibilidades del amor. Aquí estaré para ti, pero no olvides el trato al que llegamos previamente en esta cita a ciegas que nos propuso el destino: si decides hablarme, seré la última mortal a la que le vuelvas a hablar. Mantendré mi máscara, pero tú tendrás que quitarte la tuya para siempre.
lunes, 14 de marzo de 2016
Lilibeth
Recuérdalo: en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe. En la riqueza será sencillo: podremos tener cinco hijos y reinvertir todo el dinero que nos sobra en futuros negocios para ser cada vez más ricos. En la pobreza, claro está, no tanto: será más difícil establecer un patrón económico que nos permita adecuarnos al estilo de vida que soñamos. Quizá discutamos mucho, pero no podemos permitir que las tinieblas opaquen este hogar. En la salud, sin duda, sencillísimo: estaremos vitales el uno para el otro sin más preocupación que salir de la rutina a partir de actividades que estimulen nuestra imaginación. En la enfermedad, en cambio, toda una desgracia: tú o yo cuidando del otro sin un afán distinto al de desaparecer para descansar del olor a fármaco y comida de hospital. Lo menos importante es el tema de la muerte. De allá ya volvimos juntos una vez y no nos separó.
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