martes, 29 de abril de 2008
Oración
Doña Herminia trataba de expurgar una pena ajena, sostenía su camándula en la tercera decena, susurraba para ella misma un avemaría y contemplaba el misterio doloroso de La coronación de Espinas. Nuestra Señora de Chiquinquirá estaba ligeramente iluminada por los velones que se encontraban justo debajo de ella. A la Virgen se le cayó una lágrima del rostro que luego se deslizó sobre una de sus mejillas. Doña Herminia la vio y soltó su camándula. Quiso correr a avisar el milagro, pero se quedó ahí, inmóvil, pensando, con ese curioso sincretismo religioso, que quizá su hijo muerto hacía solo tres días, ya había hecho su primera maldad en el cielo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
¡Que buen cuento! Creo que a nadie se le había pasado por la cebeza una idea tan interesante...
Te felicito y te mando un beso.
Imaginese el pecadazo tan jodido que hizo llorar a la virgen.... mmmmm
aproposito... ya anda un cuento por ahi....
Mi queridísima Diana Paola, gracias por tus palabras y te espero siempre por aquí a que escuches lo que los cuentitos tienen para decir.
¡Ey, Jorge! ¡Cómo me alegra! Salgo corriendo para allá a ver si lo veo por ahí.
Publicar un comentario