miércoles, 30 de mayo de 2012

Las noches perdidas

          Preso aún de los sueños eróticos, suele sucederme que horas previas a la madrugada, me imagino amando a una mujer distinta a la que duerme conmigo. Los roces suculentos, las caricias atrevidas, los besos prohibidos. En pleno goce quimérico debajo de las sábanas, me despierto replicando los movimientos que ejecuto en mis sueños. Es así que la oscuridad de mi habitación se ha terminado convirtiendo en testigo presencial de una realidad que segundos u horas antes, no lo sé ya que me es imposible determinar el tiempo exacto de los sueños, solo sucedía en mi imaginación.
          Ahora mi esposa no se me insinúa en las noches como solía hacerlo años atrás, pero sí he llegado a escucharla rezando entre murmullos, rogando para que vuelva a soñar esa noche, así no sea su nombre el que pronuncie.

lunes, 28 de mayo de 2012

Subrayé las palabras adecuadas

Una mañana el niño que estaba prófugo sintió las primeras detonaciones extinguidoras de la helada. Barnizó la mirilla y con ella bautizó el banco para después con el dedo fecundarlo en el coral, y así se volvió a la tierra.

Este microrrelato nace del ejercicio propuesto por Luis Britto García en su texto “Subraye las palabras adecuadas”.

viernes, 25 de mayo de 2012

Susurros a pleno pulmón

Cae granizo sobre el asfalto. Cambia el semáforo de rojo a amarillo. Miro pasar la calle al son de los truenos a mi Eva, como diría Sabina. Abro mi paraguas. Pienso ofrecérselo para que deje de empaparse. Tambaleo en mis pensamientos. Cae mi Giraluna, como diría Aute. Cambio a parecer al ver al zoquete de Cubero ayudar a mi muchacha ojos de papel, como diría Spinetta. Arrojo mi paraguas contra el suelo. Besa el imbécil de Cubero a la Matilde mi cielo, Matilde mi estrella, como diría Pedro Guerra. Muero lento. Nace un cuento.

miércoles, 23 de mayo de 2012

De las ventanas

¿Qué tienen las ventanas? ¿Qué tienen que se tornan indescifrables cuando miramos cual voyeristas empedernidos en búsqueda de un escándalo? ¿Qué tienen que las cerramos al compás de nuestras pasiones para evadir el señalamiento colectivo que se cuece desde los murmullos? ¿Qué tienen que separan el sonido del horror cotidiano con nuestro escondite al que le damos el calificativo de hogar? ¿Qué tienen las ventanas que dividen el dolor de la humillación infantil que suplica por un pan de nuestras comodidades frente a una mesa donde damos gracias por lo que les falta a otros? ¿Qué tienen esos condenados cristales que ni siquiera alcanzan el nivel de los espejos para reflejar con dignidad? ¿Qué tienen esos rectángulos caprichosos de la arquitectura a los que siempre debemos adornar con cortinas, colgaduras, tapices o persianas como no tuvieran la autonomía suficiente para sobrevivir a las habladurías por sí mismas? ¿Qué tienen? ¿Qué tienen que no puedo dejar de mirar las tuyas?

lunes, 21 de mayo de 2012

viernes, 11 de mayo de 2012

En punto

Era un puntual obsesivo. Cumplió a cabalidad con cada cita que se dispuso para él. Obligó a su madre a llegar a la hora exacta de su primera comunión. Sin falta, cumplió la cita al trabajo que lo haría un virtuoso relojero, labor en la que jamás retrasó ningún pedido. Llegó puntual a su matrimonio y a la renovación de sus votos a los diez, veinticinco y sesenta años. No es de extrañar —entonces— que a la hora de su muerte también haya llegado en punto.

miércoles, 9 de mayo de 2012

De los restos

De llegar a morir antes que tú —me advirtió—, prefiero la cremación, pero nunca advertí esa desaparición repentina, esa conversación incómoda que la reduciría a cenizas. Las ideas de quedar sepultada en la misma tierra donde crecen raíces o de acabar a merced de la impiedad de los gusanos le resultaban repulsivas. Ahora escucho el tic tac insoportable del reloj, el crujir de la madera cuando transito el pasillo, el silencio sepulcral de la mañana que me reafirma solitario. ¿Para qué adornar su final con adjetivos inútiles? Aquí está, como le prometí, atesorada en el jarrón que compramos juntos.

lunes, 7 de mayo de 2012

Al otro lado de la puerta

A través de la mirilla, lo único que puede observar la dueña de casa es el ojo vigilante del intruso.

viernes, 4 de mayo de 2012

Juego de honor

El verdugo y el condenado se juegan una apuesta en una partida de ajedrez. El triunfo del verdugo le dará el derecho de elegir un encarnizado modo de asesinato. El del condenado le brindará la posibilidad de huir para conservar la vida. Las blancas se mueven a la ofensiva. Las negras contraatacan sin cuartel. Muerte al alfil, matanza de peones, venganza real. El verdugo sabe que al frente tiene un hombre capaz de cualquier cosa con tal de salvarse. El condenado, que se enfrenta a un enfermo amante de la sangre. Caída de las torres, aniquilación de caballos, guerra de reinas. A pesar de las ideas que evoca el triunfo para cada uno, ambos están demasiado concentrados en el juego, pensando su movida final. Ruina del último alfil, condena de la reina, jaque mate.

 —Bien jugado —dijo el verdugo—. Jamás había tenido un mejor rival. Mereces vivir aunque hayas perdido. 

—Prefiero la revancha —sentencia el condenado—. Es la gloria o la muerte.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Nuevos tiempos

Desde que Erasmo Andrade tiene memoria, el reloj de pared siempre ha estado colgado en medio de la sala principal. Lo curioso —o lo aterrador, mejor dicho— es que solo se mueve el día que un miembro de su familia va a morir. Después de años sin que circule ni siquiera un milímetro, las manecillas avanzan de repente un día y anuncian la hora de defunción exacta de alguno de los Andrade. Así fue con el tío Ernesto, con la prima Dolores, con la tía Etelvina, con sus dos abuelos y, recientemente, con su padre. Durante generaciones, han tratado de quitarlo, taparlo, quemarlo o destruirlo, pero todos los esfuerzos han sido inútiles. El reloj se mantiene ahí, visible a todos los que pasan por la sala con sus certeros anuncios fatales. 

Hoy, después de ver partir a toda su familia, solo quedan Erasmo y el reloj. Como era de esperarse, una vez más, las agujas se han movido. El hombre se resigna reclinado sobre el sillón de la sala principal, esperando a que la hora de su reloj de pulsera coincida con del de la pared. En punto, la reliquia cae y se deshace en pedazos contra el suelo. Erasmo se siente satisfecho, vencedor como último miembro de su familia. En todo caso, ya es un anciano y está cansado. No celebra, no grita, ni siquiera ríe. Solo se recuesta aliviado sobre el sillón y se duerme.