miércoles, 23 de octubre de 2013

Carrera de caparazones

Los días eran felices en la casa del abuelo. Cada sábado, sin falta, llegaba corriendo a buscar los caracoles que se trepaban por el inmenso árbol plantado en la mitad del patio. Solía tomar dos de ellos, ponerlos en el suelo y trazar una línea de partida y otra de llegada. Los ubicaba en posición y cuando los soltaba, me recuerdo arengándolos para que ganaran una competición que podía durar horas. Una tarde, después de llegar del sepelio del abuelo, regresé. Descubrí que habían dispuesto una barbacoa en lugar del árbol y mientras caminaba, escuché como el crujir de una hojarasca. Retrocedí y observé que en realidad había pisado el caparazón del que podría ser el último caracol de ese patio. Me acurruqué para verlo y volví a gritarle como antes. «Vive, por favor», le decía. «Vive».

lunes, 21 de octubre de 2013

miércoles, 16 de octubre de 2013

Objeto del misterio

Cada vez que mi hermano menor recibía un regalo, lo desbarataba para saber de qué estaba hecho. Lo recuerdo sacando la espuma de sus peluches, rompiendo sus carritos, destejiendo su ropa nueva. En mi papel de hermano mayor, siempre le advertía que alguna vez las cosas le cobrarían venganza. Sin embargo, él continuó perfeccionando cada vez más sus técnicas de destrucción con elementos más sofisticados: cámaras, ordenadores, electrodomésticos. Una noche, mientras descomponía una lavadora nueva, desapareció. Mi madre, después de años de llanto y de búsquedas fallidas, se niega a venderla.

viernes, 11 de octubre de 2013

Falcao y el destino

Años atrás, cuando aún conservaba el sueño de ser futbolista, llegué a un equipo de Bogotá llamado Fair Play. Allí jugaba un pequeño prodigio que hoy sigue conservando el récord de ser el jugador más joven en debutar en fútbol profesional (a los 15 años en segunda división). Ese prodigio era conocido como Radamel. Un año antes de eso, cuando yo hacía parte de las divisiones inferiores del equipo de mis amores, Millonarios, nos habíamos enfrentado a él y a su equipo, Fair Play, en una semifinal de la Liga de Bogotá. Recuerdo como si fuera ayer el gol que marqué y el 2-0 posterior que cerró la primera etapa a nuestro favor. Y recuerdo también la impresionante figura de Radamel emergiendo, renaciendo de las cenizas como el fénix, en un segundo tiempo de ensueño, en el que marcó tres goles y volteó el partido. Fair Play pasó a la final, nosotros quedamos en el camino y Radamel quedó en mi memoria para siempre. Un año después, como dije, jugué a su lado. Ese privilegio no se compara con nada. Él siguió el camino del fútbol para convertirse en el mejor 9 del mundo y yo tomé el rumbo que me marcó la publicidad. El destino hizo que mi más reciente campaña lo tuviera a él como protagonista y hoy, ese mismo destino, nos vuelve a encontrar. A mí, detrás de un televisor, con la admiración que me sigue despertando su impresionante talento y a él, como la estrella a la que todo un país le ruega un regreso al evento deportivo más importante del mundo. ¡Vamos, Radamel!

jueves, 10 de octubre de 2013

La Mujer Cocodrilo

La luna de Plato ya no lo cobija. Los mangles dejaron de figurar como camuflaje. El río se llevó la leyenda con su caudal. Entre los matorrales, ya no se asoma el Hombre apellidado Caimán y sus pasos se esfumaron como el mito que hizo grande al Magdalena. Las mujeres ahora se bañan sin temor a las orillas del arroyo y exponen sus cuerpos desnudos al sol con el orgullo de su color costeño. Ahora son los chiquillos arrechos los que espían a las comadres emulando el legado del legendario voyerista. Y soy yo quien los espanta con este cuerpo deforme, aguardando paciente el regreso del hombre que me convirtió en animal.

viernes, 4 de octubre de 2013

Las narraciones alternas

Cuando de niño visitaba a mi padre, solía quedarme en la biblioteca del segundo piso. Durante horas, devoraba los volúmenes que arrumaba en sus repisas y, con frecuencia, caía rendido después de largas horas de lectura. Pero lo extraordinario no eran las historias de cada libro, sino los resaltados fosforescentes sobre los párrafos que revelaban una pista determinante de la narración y, sobre todo, las notas que mi padre escribía sobre las márgenes en blanco. De repente, las ficciones alternativas que descubría alrededor de las de García Márquez, Flaubert y Steinbeck me resultaban más fascinantes que las de los mismos clásicos. Rebuscaba indicios en los libros, revisaba las frases destacadas, escudriñaba las anotaciones en lápiz y, en más de una ocasión, me obsesionaba con las fechas desparramadas al azar en las páginas que indicaban las horas y los días de la acabada lectura. Incluso, estaba convencido de que las puntas plegadas sobre los textos y que los verbos encerrados en rectángulos con esfero establecían secretos que yo me veía obligado a develar. Cada señal evocaba en mí una nueva razón para cazar las estelas que mi padre dejaba con el fin de que yo encontrara su narración oculta. Adulto ya, curtido en el arte de encajar misterios después de años que ya no podré recuperar, lo visité de nuevo y le entregué el manuscrito con la resolución de todos los arcanos. Me miró con recelo, ojeó mis folios y los arrojó sobre la mesa del comedor. «No se lo digas a nadie», musitó.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Visita

Los gritos de los niños han cambiado por el trino de los petirrojos. No reconozco el día hasta que salgo al solar y observo a la nieta de la señora Carrasco leyéndole las noticias de la semana. «Domingo», pienso. «Es domingo». Si no fuera así, estaría con Patricio, entregándole mis horas al póquer. Pero es domingo y, aunque odie el sol, esperaré sentado que la visita de Patricio se canse y que llegue la hora de la cena. Sé qué sucederá. Los años me han colmado de paciencia y por eso me entrego. Camino lento, arrastro mis sandalias y me confío a la banca de los lamentos. Así le decimos con Patricio. La enfermera se me acerca y me habla al oído. Encojo los hombros, mientras ella me asiste para que me ponga de pie. El trino de los petirrojos ha cambiado por el murmullo de las luciérnagas.