miércoles, 30 de noviembre de 2011

Misterios deportivos

En una de esas, llegó la muerte. Yo estaba sentado en mi sofá, viendo fútbol como lo suelo a hacer cada domingo. “Ahora no”, le dije. “Espera a que acabe el partido y ahí sí me llevas contigo”. Generosa, me concedió la petición. El caso es que la tanda de penaltis aún no termina, yo sigo sufriendo y la parca sigue esperando.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Bien, pero mal

En La Inter, recientemente, publiqué mi opinión con respecto al fallo del II Concurso de Microrrelatos de Art Gerust, en homenaje a Edgar Allan Poe. La entrada derivó en muchas personas haciendo eco y en uno que otro improperio que recibí -cómo no-, porque se trataba de escuchar las opiniones de todos.

De la misma forma, había advertido el sinsabor que me dejaría salir entre los finalistas de ese concurso. Lastimosamente, y lo digo en serio, mi microrrelato Efecto de Poe resultó entre los seleccionados. El asunto no me pone feliz. Definitivamente, sigo creyendo que se premió muy mal. A partir de esto, debo decir dos cosas adicionales con respecto a la organización de Art Gerust. Una, 200 finalistas me parece absolutamente excesivo, un número que resulta demasiado amplio para realizar una verdadera selección de lo mejor. Y dos, sigo creyendo que los tres microrrelatos seleccionados por el jurado dejan mucho que desear por diferentes cosas: los tres caen en lugares comunes, todos tienen serios errores de construcción y sus resoluciones son, por no decir menos, demasiado simples, casi insípidas.

Con esto, claro está, no quiero decir que yo merecía el primer lugar. NO. Con esto quiero decir que este concurso deja mucho que desear si quiere posicionarse como un portal donde el microrrelato se valore como género. Y repito, mi molestia no es con los concursantes, sino con el jurado, que, quizá por una realizar una preselección apresurada, cayó en una selección muy desafortunada.

Lógica del muñeco

Ninguna mujer puede romperle el corazón a Pinocho. Su padre siempre se distinguió por usar madera de excelente calidad.

viernes, 25 de noviembre de 2011

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Vivir

Hace unas semanas, saqué de la biblioteca un libro que llamó poderosamente mi atención. Al principio, la lectura fue muy tranquila, pero con el pasar de las hojas, no me le he despegado ni un minuto. Quizá, porque la historia que estoy leyendo es mi detallada biografía. Con el tiempo, he ido recuperando algunos recuerdos de infancia que consideraba perdidos y las anécdotas que antes pensaba irrelevantes me resultan más divertidas escritas sobre el papel. Hoy llegué al episodio que narraría el día de hoy, pero a pesar de que aún me queda mucho para terminar el libro, descubrí -sonriente- que esa y todas las páginas las siguientes estaban en blanco.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Que juzgue el lector

Esta mañana, al prender el televisor, observé mi foto en el anuncio del telediario. El presentador hablaba de un peligroso asesino serial que acababa de sumar una víctima a su extenso listado. Atónito ante lo que veía, cambié el canal, pero sorprendido me encontré con una nota periodística que detallaba mi modus operandi lanzando una clara alerta a toda la ciudadanía. Luego prendí la radio y escuché a un teniente policial que ofrecía una jugosa recompensa por cualquier información que condujera a mi paradero. Me alteré. Sobre todo, cuando recogí el diario debajo de mi puerta y observé mi foto en primera página con un titular que me sindicaba nuevamente como un peligroso asesino. Todo pasó muy rápido. Escuché el teléfono, el timbre, el celular, las sirenas, las ventanas rompiéndose a pedradas. En este momento, una multitud enardecida grita mi nombre a la puerta de mi casa exigiendo justicia. Si no voy a la cárcel, estoy seguro de que me matan. Puedo oler su odio. Pero la verdad es que no sé qué pasa. Soy un hombre común y corriente. Trabajo en una oficina de lunes a viernes y pago cumplidamente mis impuestos. Tengo una familia a la que amo y jamás le haría daño a otra persona. Mucho menos, mataría a alguien. Soy inocente. Lo juro.

lunes, 14 de noviembre de 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

Mensajes

El náufrago no recuerda con exactitud los días que lleva atrapado en la isla. Débil y hambriento, escarba con demencia entre la arena en busca de bichos terrestres o marinos que le resulten comestibles. Mientras hurga a la orilla, una ola trae consigo una botella que llega hasta sus manos. El hombre la recoge, saca el corcho con un gran esfuerzo y extrae la nota que está al interior. La abre, la lee y, llorando, reconoce su firma.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

De la indignación

Vea, mi seño, aquí hace rato que no viene nadie. Solo cada cuatro años es que llegan los señores de las camionetas con un montón de almuerzos y con promesas de trabajo. En esas llevamos desde hace tiempo. Cuando yo era chiquitica, era la misma cosa. Lo bueno es que nos han pasado tantas cosas que este año ya no fue igual. En estas elecciones, votamos por un muerto. Ganó de lejos, ¿oye…? Pues la verdad no sé, seño, yo no sé si va a hacer un buen trabajo, o a gobernar como usted dice, pero lo que sí le puedo asegurar es que al menos así, no se nos puede robar la plata.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Bondades de la quiebra

Hace meses que no tengo ni siquiera para comprar un pan. Desde que perdí mi trabajo, no he hecho otra cosa que robarme los periódicos que los transeúntes dejan en los sillones de los parques y buscar trabajo en los clasificados como un condenado. He llevado mi currículo a más de doscientas empresas y la respuesta siempre es la misma. Lo llamaremos, dicen autómatas los jefes de recursos humanos. Los maldigo a todos. Hace poco gasté el último cubo de panela que me quedaba en la despensa y de la provisión de arroz que me regaló mi vecina por caridad ya no queda ni para media ración. Barbado, hambriento y rendido por la desesperación, me dirijo a la cocina a ver si al menos un espejismo me devuelve la esperanza. Cuando abro la nevera, rebusco entre su vaciedad y lo único que encuentro es una manzana podrida e infestada de gusanos. Qué suerte, pienso. La cena de esta noche será suculenta.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Las habitaciones variables

En casa de la abuela, las habitaciones se cambian entre sí de manera aleatoria. Si uno quiere entrar a la de la tía Lola, puede encontrarse con la del tío Normando o si la abuela quiere trabajar el telar de su cuarto, lo más seguro es que se tope con la colección de estampillas que está en la del tío Ernesto. Entrar a la habitación que quieren se volvió asunto de azar y por eso la abuela y los tíos han llegado al acuerdo de que las habitaciones son de todos (y a la vez de nadie) y, por ende, las cosas que le pertenecen a cada cuarto. Al final, tuvieron que acostumbrarse. Ya que vivo no se aguantaron mis travesuras, al menos que muerto sí.