miércoles, 27 de abril de 2011

Unicornio

Desde hace varios días, mi hijo Martín me dice que ha visto un unicornio. Lo describe esencialmente como un caballo blanco muy hermoso, con un cuerno dorado en la frente que brilla como un cristal. “Poesía barata”, pienso. Aún así, esta mañana me ha insistido mucho para que lo acompañe hasta un bosque y compruebe por mí mismo que me está diciendo la verdad. Escéptico, por supuesto, lo sigo. Nos metemos entre unos matorrales y llegamos hasta un lago que se encuentra en medio de los arbustos. “Ahí está…”, asegura, “¿Lo ves...?”. Yo observo hacia todas partes, pero solo me encuentro con árboles y con una que otra ardilla escalando por los troncos. “¿Lo ves, papá? ¡Te lo dije…!”, grita con alegría. Sigo mirando, como siguiéndole la corriente, pero sin advertirlo y de repente, en silencio, me recuerdo en un momento similar. Soy yo a los siete años, al lado de mi padre, mostrándole entusiasmado a un precioso unicornio que galopa por el bosque. Mi padre me mira, me abofetea y me advierte que no lo haga perder tiempo. “Lo veo, hijo, lo veo”, le respondo a Martín, pero la verdad es que no veo nada.

lunes, 25 de abril de 2011

miércoles, 20 de abril de 2011

Gajes del oficio

Nuestro negocio es el de las flores. Toda la vida nos hemos dedicado a realizar arreglos. Aquí la gente viene, escoge el que más le gusta y se lo llevamos a donde nos diga. Así de simple. Gracias al negocio pudimos comprar la casa, mandar al niño a estudiar a la ciudad y mantener a la familia todo este tiempo. Nos ha ido bien, gracias a Dios. Aunque nunca se sabe, ¿no? Ahora la cosa está más dura que nunca. Hace rato que nadie se muere en este pueblo.

sábado, 16 de abril de 2011

Preludios, interludios & minificciones: las 95 cápsulas de diversión de Esteban Dublín

Navegando por la red, me encontré con esto y no pude evitar querer compartirlo con ustedes.

 Por Carol Contreras Suárez
Promotora de lectura y escritura - Biblioteca Pública El Tintal Manuel Zapata Olivella
 
A propósito de la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá, hoy quiero reseñar un libro que me encontré en el pabellón de caricatura y diseño gráfico. Por supuesto, lo que primero me atrajo fue el delicado trabajo de ilustración que lo acompaña: una mezcla de luminosidad, trazos finos y simbolismo que, de la mano de cinco artistas, crea un estilo muy propio de la “zona pink” que han empezado a atribuirme algunos amigos. No obstante, desde la primera página que leí empecé a sorprenderme y, sobre todo, a reírme. La literatura puede o no tener fines prácticos, pero si no conmueve, remueve, altera o pervierte, lejos está de interesarme.

Hay que decir que cuando se trata de microrrelatos a veces espero poco, pero como lo dice el prologuista del libro, Daniel Frini, “La microficción es (…) la expresión literaria que refleja más acabadamente el ritmo de nuestra vida en estos extraordinarios años de principio de siglo”. Esteban Dublín, autor de Preludios, interludios & minificciones, no sólo da cuenta de la velocidad histórica con sus palabras sino que permite que sean leídas como si de cine se tratase, privilegiando la inmediatez y fugacidad de la imagen.

El libro está dividido en cinco actos: “Mínimas inconexas”, “Mortales legendarios”, “Zonas anónimas”, “Breves intertextuales” y “Microscópicas”. En el primero, las historias parten de lo cotidiano para desembocar en lo inesperado y casi misterioso; microrrelatos como “Hábito” o “Secreto” rozan con lo extraño, mientras que “De otro mundo” o “Trastorno” remiten directamente a películas de terror clásicas. En el segundo acto, los protagonistas son personajes que se sobreponen al concepto de normalidad, enredando el destino a su antojo hasta conseguir delicias, perfección, amor y –una que otra vez– la muerte. En el tercer acto, los lugares y objetos fantásticos ceden su paso al desconcierto y quizá por ello se hacen mis predilectos. Y en el cuarto y quinto acto, en minificciones como “Realismo trágico” o “Vampiro en el espejo”, el escenario se torna un juego de palabras que acuden a la intertextualidad y a una contundencia minimalista cercana al aforismo.

Para los lectores incautos, esta compilación se puede leer en desorden, dejando que cada página se convierta en una cápsula capaz de cambiar el ánimo: unas veces espanta en la forma de espectro negado, otras veces cuestiona cual cuidad que huye de sus habitantes, y otras también deja sin palabras ni ideas concretas hasta 1 o 2 minutos después…

Lo cierto es que su autor, haciéndole honor a sus premios, ha encontrado un estilo interesante para narrar la vida cotidiana a través de muy pocas palabras, generando grandes expectativas con títulos como “La historia del hombre que apostó al 16 negro en la ruleta la casa, el carro, los ahorros de veintitrés años y el reloj” o simplemente “Desespero”. En cualquier caso, este libro también es una buena oportunidad para apoyar las nuevas apuestas editoriales de colectivos como Adéer Lyinad Ediciones, Fabricca (quien se encargó de la producción general) y Proyectador (responsable de la convocatoria de ilustradores).

Para los interesados en adquirir el libro, estará disponible en librerías en el mes de octubre. Si no aguanta la tentación diríjase a http://estebandublin.blogspot.com/ y pregúntele directamente a Dublín.

Dublín, Esteban (2010). Preludios, interludios & minificciones. Bogotá: Aydéer Lyinad Ediciones.

viernes, 15 de abril de 2011

Grifo

Del amor del águila y el león nació el grifo. De las lúnunas que se desprenden en la renovación de sus garras, artesanos recogen sus residuos para forjar copas de vino y de las costillas que se les desprenden, como si fueran Evas, se formas ballestas que letales arqueros recogen en temporadas previas a las guerras para combatir pueblos enemigos. Con la combinación de su vista privilegiada y su espíritu de cazador, podría convertirse en el animal más poderoso de todos. Aun así, el intento sería vano: en el único lugar que reina el grifo es en su inconsciente, señor lector, que lo acaba de imaginar.

miércoles, 13 de abril de 2011

Finalista en el I Certamen de Microrrelatos de Ciencia Ficción Art Gerust

Desde hace varias semanas se falló el I Certamen de Microrrelatos de Ciencia Ficción Art Gerust. Ya sabía que uno de los cinco microrrelatos que envié había sido finalista, pero no tenía claro cuál de ellos. El fin de semana, al fin supe que Horóscopo fue el elegido para componer una antología con el libro 100 microrrelatos de Ciencia Ficción Art Gerust, selección que se hizo entre más de mil textos participantes de todo el mundo. Por otra parte, me alegra haber sido seleccionado al lado de amigos que considero excelentes microrrelatistas, Gabriel Belivaqua, Daniel Frini y Daniel Sánchez Bonet.

Ahora bien, aunque me da mucha alegría esta selección, sobre todo por la cantidad de participantes, debo ser sincero con el sinsabor de boca que me dejó el microrrelato ganador, Esteban Ramírez. El micro me parece muy extraño, raro, inentendible. Los 1000 euros con los que premiaron a este texto, en mi concepto, han sido dados a un micro que creo, respetuosamente, no tiene pies ni cabeza.

Resulta hipócrita criticar a un jurado que premió un micro que no me gusta y que, al tiempo, seleccionó un texto mío, pero la verdad es que creo que entre los cien micros que componen el libro, muchos otros merecían ese primer lugar. Y ojo, no digo que el mío era el indicado. En todo caso, felicitaciones a los finalistas.

viernes, 8 de abril de 2011

Hombre Lobo

Desde hace unas semanas, un paciente me visita indefectiblemente cada viernes en la tarde. Según él, sufre de licantropía. Para los que desconocen el término, se refiere a un trastorno mental en el que una persona imita el comportamiento del lobo. En pacientes como este, sin embargo, la enfermedad se encuentra más avanzada. De acuerdo con su testimonio, está convencido de que, más que imitar un lobo, se convierte en uno. Después de intensas sesiones, he procurado hacerlo entender que su trastorno se debe a las largas jornadas que dedica a las lecturas de terror, donde personajes similares aparecen de manera permanente. No obstante, a pesar de los positivos avances que hemos logrado, me insiste en que lo ayude con el objetivo que mencionó desde la primera sesión: quiere que lo cure antes de que vuelva a cometer un crimen, como ha pasado —según me cuenta— desde que sufre la terrible transformación. Este viernes llegó muy tarde a consulta, pero me temo que cometí una fatal equivocación en mi diagnóstico inicial. No me lo dice la intuición, sino que esta es noche de luna llena.

miércoles, 6 de abril de 2011

805

El edificio donde vivo tiene ocho pisos. En el 805, vive un enigmático personaje. Cada vez que salgo a trabajar, a eso de las siete de la mañana, el hombre se encuentra asomado a su ventanal. Cuando llego en la tarde, siete u ocho de la noche, el personaje sigue ahí, mirando por la ventana en la misma posición, como si el tiempo se hubiera detenido para él. A veces me preguntó qué es lo que hace, de qué vive, qué es lo que mira, a quién espera. Algunos dicen que el hombre se asoma para cronometrar la entrada y la salida de todos los vecinos, maquinando una serie de asesinatos con todos los que nos burlamos de su rutina. Esta mañana, como siempre, lo vi, pero en la noche, cuando llegué, dos patrullas de la policía cercaban el edificio, un par de forenses hablaban con el portero y el vecino no se asomaba por la ventana.

lunes, 4 de abril de 2011

Quiebra

Abro la nevera y veo la única manzana que queda. Antes de comerla, un horrible gusano sale de su interior. Contrario a lo que pensaba, la cena de esta noche será suculenta.

viernes, 1 de abril de 2011

Pegaso

—Mariana, se acerca tu cumpleaños…
—Ya sé, papá….
—¿Qué te gustaría de regalo?
—Un pegaso…
—¿Un pegaso…?
—Sí, papá, un pegaso, ¿los conoces? Son caballos con alas…
—Claro... ¿dónde consigo uno?
—Papá, ¿cómo me preguntas eso? Cualquiera que quiera puede conseguir un pegaso.
—Me gustaría saber dónde lo viste para comprártelo…
—Papá…. Los pegasos no se compran…
—¿Cómo que no se compran…?
—Los pegasos se imaginan, papá...
—Claro, hija, claro… ¿No te gustaría otra cosa? Una muñeca… ¿Una bicicleta, tal vez?
—Papá, yo quiero un pegaso...
—Hija, no te puedo regalar eso. Los pegasos no existen…
—Eso mismo dicen ellos…
—Dicen quiénes…
—Los pegasos. Dicen que los papás no existen.