jueves, 30 de julio de 2009

Condena

Una turbamulta de indignados intelectuales irrumpe en la sala en la que usualmente un par de jueces absuelve o condena a todo aquel que expone sus textos al público. Claramente, el número de encolerizados a los que han destrozado con sus ácidas críticas supera por amplio margen a los que han sobrevivido a su exigente lectura. Dolida en su ego y con sed de venganza, la multitud arremete contra los jueces con furia y los conducen amenazados hasta un lugar terrible, a un terreno inhóspito y aterrador, a un infierno que ninguno de los dos habría imaginado jamás: allí los libros no existen, ningún tipo de escrito tiene cabida y no hay rastro de publicación alguna. Abandonados, condenados a la ausencia de literatura, la locura se ha apoderado de ellos. Y muchos dicen que, tratando de evocar a Joyce o a Faulkner, agonizan buscando una letra como si fuera un oasis.

lunes, 27 de julio de 2009

Primera vista

Pensando que su físico era lo que paralizaba a los hombres que la miraban, Medusa contempló seriamente la posibilidad de un cambio de look.

jueves, 23 de julio de 2009

Mártir

Hay un lugar en el que habita un misterio aterrador. El caso es que el secreto está celosamente guardado por los objetos inanimados de la ciudad. Y sólo muy pocos, aquellos que han observado con detenimiento, han sido capaces de percibir que en ese lugar los muros se comunican con las avenidas, los grafitis con la miseria, los parques con las sombras, las vitrinas con los riachuelos, el ocaso con la basura. Las cosas han llegado a un nivel de comunicación tal, que una vez alguien descubre el secreto que protegen, inician una persecución con el único fin de silenciarlo. Sin embargo, yo he logrado escapar para develar el misterio. Se trata de

lunes, 20 de julio de 2009

Venganza

Todos los hombres que conozco están cortados con la misma tijera. Y todos hacen la misma cara de terror cuando se las estoy clavando en el corazón.

jueves, 16 de julio de 2009

Laberíntico

El juego era simple: partir del punto A para llegar al punto B. Paola Ippolito inició el recorrido confiada, pensando que el resultado no podría ser otro distinto que el éxito. Pero muy pronto se encontró con la verdadera dificultad del pasatiempo. El laberinto era un caos que no estaba obstaculizado por paredes ni rendijas, sino por sus propias emociones, por sus sentimientos que se cruzaban entre sí haciendo del camino una experiencia turbia y devastadora. Tratando de escapar, sumamente confundida, lo entendió. No había salida.

lunes, 13 de julio de 2009

Negación

Mi mujer ya no me mira, ya no me habla. He decidido llamar a sus padres a ver si ellos saben qué le sucede, pero no fue capaz ni de verlos a los ojos. Llamé a sus hermanos, a su mejor amiga, a su jefe, a sus compañeros del colegio, ¡a sus ex novios!, a los vecinos, a todo el que he podido, pero no. No le dice nada a nadie y todos parecen tan extrañados como yo. Hoy, incluso, llamé al cura que ella tanto admira a ver si le saca algo. Pero aún con todas las bendiciones que le dio y todos los aceites que le puso, tampoco pronunció palabra.

jueves, 9 de julio de 2009

Diario

Su cuento era tan corto que le cabía en la palma de la mano. Alejandro Ramírez lo cuidaba como su mayor tesoro y tan sólo con cerrar su puño lo protegía de los peligros mundanos. Pero era tan pequeño que por más cuidados que se tuvieron con él, fue inevitable que un día cayera y se perdiera. Su dueño lo buscó entre sur y norte, por cielo y tierra, día y noche sin descanso; pero nada sirvió. Compungido por la pérdida, se ha dado a la tarea diaria, con una disciplina extraordinaria, de escribir otro cuento capaz de reemplazar el que perdió en aquella ocasión.

lunes, 6 de julio de 2009

Real

El oso; enfurecido, impiadoso y violento; arremetió con ímpetu sobre la pequeña rubia. Ella, que no entendía lo que sucedía, cayó al suelo haciendo crujir la madera como una nota desafinada de violín. El animal abrió su hocico logrando que retumbara la habitación con un violento bramido y luego, sin dejar de gruñir, le mostró la extensión de sus gigantes colmillos. La niña, al borde del desmayo, empezó a gritar pidiendo auxilio. Pasmada, miró alrededor del cuarto con el rabillo del ojo en búsqueda de una salida. La fiera se paró en dos patas con instinto asesino y de un salto llegó hasta la chiquilla. Sacó sus garras afiladas como navajas y de un golpe certero envió a la niña contra una de las paredes. Tembló. La bestia emprendió una nueva carrera contra ella y arañó sus vestiduras. Mientras su atuendo se rasgaba, tres hilos finos de sangre brotaban como ríos hacia el suelo. Aturdida y muerta de miedo, Ricitos comprendió que no estaba en un cuento.