viernes, 30 de noviembre de 2012

Mar

María David vivía en carne propia la más cruel de todas las paradojas. A pesar de ostentar con creces el título de la mejor partera de Corozal, le era imposible dar a luz. Ya había perdido a dos hijos cuando quedó embarazada del tercero. Diez meses y una barriga al borde del estallido confirmaban la condena de María David que, por más que trataba de aplicar con ella las más eficientes técnicas de parto, era como si su hijo le enviara un claro mensaje de que prefería morir en el vientre antes que salir al mundo. No hubo técnica médica ni poder humano que resolviera el enigma. Así que cuando no había más remedio, María David recibió un mensaje divino indicándole que debía embarcarse hacia las profundidades del Caribe. Allí, navegando solitaria, en medio de una lanchita de madera gastada y, con el último fulgor del atardecer, nació Mar, la leyenda del océano.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Múltiples

Después de mucho intentarlo, llegó el día en el que Rubén Colombo logró dividir su personalidad. De vendedor de alfombras, pasó a ser un prestigioso sommelier. Llegó a ser activista ecológico, diseñador de deportivos y campeón de escalada. Fue genetista, fotógrafo de moda y hasta Marlon Brando. Hoy, con el paso del tiempo, Rubén no sabe quién es. Solo sabe quién no quiere volver a ser.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Advertencia para un distraído

No se deje engañar por las apariencias y despierte ahora mismo. Estas líneas que usted lee no son más que un sueño.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Amberes

En la región flamenca de Amberes, en Bélgica, se cuenta la historia de Antigón, un gigante que resguardaba el río Escalda. Cada vez que un marinero quería atravesarlo, Antigón imponía un peaje naval. En caso de que el capitán del barco objetara el impuesto, el gigante, enfurecido, le cortaba la mano y la arrojaba al río. Un día, cansado entonces de la injusticia impartida sobre los marinos, un soldado romano llamado Silvio Bravo mató al gigante, le cortó la mano y, emulando su protocolo, la lanzó con fuerza a las profundidades fluviales de Escalda.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Viaje a la realidad

Conocí la torre iluminada en París y la que se inclina en medio de Pisa. Navegué por los ríos Sena, Rhin, Danubio y Ebro. Oré en las catedrales de Notre Dame y San Antonio de Padua. Encendí velones en las basílicas de San Marcos y San Pedro. Caminé las mismas calles que Goethe, Cervantes y Víctor Hugo. Vi los originales de La Piedad de Miguel Ángel y La muerte del Conde de Orgaz de El Greco. Lancé monedas en La Fontana de Trevi en Roma y besé a mi amada en El túnel de los enamorados en Capri. Probé la cerveza belga, el chocolate suizo, el queso holandés. Vi las ninfas que se exhiben en el Barrio Rojo de Ámsterdam y las sirenas andantes al lado de la Gran Vía en Madrid. Recorrí las calles de Lucerna en Suiza, las plazas de Innsbruck en Austria, las tiendas de Vaduz en Leinchestein. Viajé de pueblo a pueblo, de ciudad a ciudad, de país a país, durante dieciocho días que me etiquetaron inequívocamente como un vulgar turista, como un desconocido errante. Después de tanta fantasía, llegué a casa, abrí la puerta y encontré los detonantes de realidad que había logrado evadir durante casi un mes. Desparramados por el suelo, catorce sobres debidamente sellados me devolvían de golpe a la rutina. Acumuladas, esperándome implacables, todas mis cuentas por pagar.