viernes, 30 de noviembre de 2012

Mar

María David vivía en carne propia la más cruel de todas las paradojas. A pesar de ostentar con creces el título de la mejor partera de Corozal, le era imposible dar a luz. Ya había perdido a dos hijos cuando quedó embarazada del tercero. Diez meses y una barriga al borde del estallido confirmaban la condena de María David que, por más que trataba de aplicar con ella las más eficientes técnicas de parto, era como si su hijo le enviara un claro mensaje de que prefería morir en el vientre antes que salir al mundo. No hubo técnica médica ni poder humano que resolviera el enigma. Así que cuando no había más remedio, María David recibió un mensaje divino indicándole que debía embarcarse hacia las profundidades del Caribe. Allí, navegando solitaria, en medio de una lanchita de madera gastada y, con el último fulgor del atardecer, nació Mar, la leyenda del océano.

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