miércoles, 3 de octubre de 2012
Universo
Los lunares de mi mujer componen un universo. De sus labios carnosos como un filete, paso al Neptuno de su cuello, que se ensancha al compás de su respiración, entrecortada por los antojos de mi lengua. Debajo de su pecho, me tropiezo con tres estrellas azabache que me dirigen sin remedio hacia el sur que llaman Venus, donde suelo quedarme suspendido, extraviado por los punticos que cincelan su piel como amagos de sombras. Ahí, sobre su túnica invisible, me convierto en víctima de la antigravedad y me pierdo en el infinito de su galaxia. Para siempre, para siempre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
¡Maravilloso, Esteban!
Yo tengo un relato donde tomo al cuerpo como un mapa, como una geografía maravillosa. Y me encanta cruzarme con otros similares... nunca se acaban los nuevos puntos de vista.
Felicitaciones, y gracias.
Saludos.
Que bonito, hermano.
No hay que decir más Esteban, está genial. Sobre todo el inicio: "Los lunares de mi mujer componen un universo"
Caro, me encantaría leer tu relato.
Lucas, muchas gracias. Nunca supe qué pasó con la revista aquella, para la que me pediste unos micros.
Eskimal, te agradezco. A mí, particularmente, también me gusta ese inicio.
Todo un recorrido muy preciso y exquisito para perderse para siempre. Me gusta.
Besitos
Eso es lo que suelo hacer, Elysa. Me pierdo en ese universo.
Esteban. Que maravilloso cuento. Realmente conjuga la magia y sabiduría de un gran escritor. Amor y pasión en una metáfora de ensueño. Felicitaciones ahijado.
Myriam
Gracias, madrina querida. Agradezco tu paso por mi blog y tus bellísimas palabras.
Publicar un comentario