miércoles, 6 de noviembre de 2013
Canciones y golondrinas
Mi abuelo me contaba la historia de un hombre que cada vez que entonaba una canción, nacía una golondrina. «Con cada nota», me decía, «el ave se va formando sobre la rama de un arbusto. Con la nota final, verás que está listo para emprender el vuelo». Yo, por supuesto, estaba convencido de que todas las cosas que me decía estaban relacionadas con los disparates inherentes a su vejez. Sin embargo, el día que eligió para despedirse de la familia, me llamó aparte y me susurró al oído mientras me entregaba la llave de un cuarto prohibido para mí. Mientras la familia se quedaba a su lado para darle el adiós definitivo, yo salía para develar el misterio de la habitación. La abrí y encontré una vieja guitarra recostada sobre una mesilla. Luego seguí el camino de unas partituras desparramadas por el suelo que conducían hasta un portón entreabierto. Alcancé a escuchar el gorjeo colectivo de las aves y los sollozos de mi padre a la distancia.
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2 comentarios:
¿Habrá heredado ese don? Me gusta pensar que sí, que por eso el abuelo le entregó la llave.
Bonita historia
Un abrazo
Tal vez, mi querida Alís. Las llaves, que abren más que puertas. Besos.
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