martes, 26 de agosto de 2008

Día X

Con la primera luz del día, Joaquín abre los ojos. Su despertador suena a las 6: 45 a.m. Se levanta, se dirige a su ducha y se demora veinte minutos bañándose. Se viste elegantemente y dedica unos minutos a perfeccionar el nudo de su corbata. Desayuna un sándwich de jamón y queso y un vaso de leche antes de salir. Mira su reloj y ve que a las 7:22 pasa el bus que lo llevará a su oficina, pero va repleto, así que decide esperar a riesgo de llegar tarde. Para el siguiente, entra, paga con un billete de mil y se sienta. Saca un libro de su maleta y alcanza a leer un capítulo completo antes de llegar. Baja del bus, pasa la calle y entra a su oficina. Saluda a algunos estrechando su mano y a otros simplemente les dice buenos días. Prende su equipo y navega en Internet en desorden por las mismas páginas de siempre. Cuando pasa el mediodía almuerza con un par de compañeros. Pide el menú del día, come mientras habla de trivialidades y hace un par de chistes que incluso resultan agradables. Sale del restaurante y compra un chicle que le dura dos horas. ¡Llamazares!, grita su jefe mientras Joaquín está reposando, ¡necesito que me ayude con este informe! Él lo atiende y lo realiza con resignación. La tarde se va lentamente. Pasadas las 5:00 p.m. sale de la oficina y toma el primer taxi que ve en la calle. Llega a su casa. Allí se prepara un plato de cereal. Luego se sienta en su cama a ver televisión durante horas y no ve ningún programa completo por su incontrolable manía del cambiar los canales. Cerca de las 10:00 p.m. hace una llamada y luego de que el sueño lo absorbe, apaga el televisor y se duerme de medio lado (Bis).

13 comentarios:

Johan Bush Walls dijo...

A veces es tanta la rutina que resulta fácil escaparse de ella, pequeñas cosas pueden hacer la diferencia.

Salú pue

Nightwriter dijo...

la rutina de los oficinistas.... pobre Joaquín, necesita un respiro!
Aunque en realidad mama gallo toda la mañana!

Saludos!

Diego Fonseca dijo...

Se ve la angustia. Me llevará a una película de Wes Anderson o "El día de la marmota".
Bien logrado.

Esteban Dublín dijo...

Johan, no es el caso de Llamazares, él cree que sus días están bien, por eso no hace nada por cambiarlos.

Mi estimada escritora de la noche, no sólo es la vida de oficinista, sino de todo aquel que sea cual sea su profesión hace lo mismo sin intentar cambiar. Y no sé si mame gallo toda la mañana, más bien es que la mañana no se toma el tiempo de describir lo que hace porque es tan aburrido que no considera la pena plasmarlo.

A mí también me causó angustia, Diego. Este cuentito, más que aburrimiento, causa eso: angustia.

Mauricio Duque Arrubla dijo...

Esteban, te mandé algo que puede interesarte a tu cuenta de hotmail... espero que lo disfrutes si no lo conocías...

Esteban Dublín dijo...

Sí, Mauricio, lo recibí. Mil gracias.

Ivan Andrade dijo...

Yo sí que le tengo miedo a la vida de oficina. Ojalá mi destino sea otro.

Preseted dijo...

Insoportable... pero más insoportable no PODER hacer nada para que los días no sean las mismas canciones del iPod.

Esteban Dublín dijo...

Iván, tú no te imaginas el pavor que me da a mí un día X.

Mi estimado Juan, y eso sí que es difícil. Difícil cambiar las canciones, las avenidas, los paisajes, los rostros, las horas. Los días son crueles y despiadados con nosotros. Y la rutina, una bruja que nos hechiza cada mañana.

Anónimo dijo...

Todos tenemos dias X lo malo es cuando todos los dias son X.

Esteban Dublín dijo...

Muy cierto, Aretino, eso es lo realmente pavoroso. Que todos sean X.

Camilo Jiménez dijo...

Esteban ha logrado que una palabra de tres humildes letras adquieran una dimmensión que puede llegar a desenlaces fatales: ese "bis" ahí es el mejor final para este cuento. Qué bueno, mano.

Esteban Dublín dijo...

Camilo, qué bueno que lo digas, porque ese realmente era el objetivo de este cuentito: hacer del bis un sinónimo de angustia, desesperanza, tedio y dolor contenido. Tres letras fatales, como bien lo dices tú.