jueves, 22 de enero de 2009
Demente
Las cartas de amor de Sebastián Dávila tienen una particularidad. Así como un hombre puede distinguirse por una cicatriz en la frente o un tatuaje en el brazo, sus textos cuentan con una característica que los diferencian inconfundiblemente del resto. Y no se trata de su extraña tipografía ni que escriba en desorden de arriba a abajo y menos de su exceso de adjetivación. Antes de escribir una epístola, Sebastián abre cuidadosamente su pecho con las manos y acompañado de un tremendo dolor, en un rito que podría ser el espejo de la tortura, se saca el corazón, lo toma y lo posa al lado de una hoja en blanco. Acto seguido toma su pluma y, desde el manicomio, la empapa para escribirle a su musa con la sangre que funciona a la perfección como tinta.
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8 comentarios:
La de cosas increíbles que debe escribir. Todo el amor, toda su esencia. ¡Qué lindo! ¿o qué hermosamente doloroso?
Me queda una sensación ambigua, la imagen de apartar el corazón me dice que entonces escribe con el cerebro, frio, pero a la vez es desgarrador quitárselo.
Salú pue.
Esa es la clase de dolor que ya no me gusta... prefiero el dolor descarado y sin corazón; sin embargo, me gustaríia leer este blog..¿quién es?
Nancy, el amor duele, y si no duele, no es amor.
Johan, es una buena interpretación la tuya. Pero es que el amor no es sólo corazón, también incluye al cerebro. De ahí a qué tan aburrido sea, ya cada uno sabrá.
Mi querida Female, entra a dementeycorazon.blogspot.com. Ese es el blog de quien me confío su nombre para este cuento.
jajajajajajajja Genial la interpretación de Johan,
De acuerdo, Jorge. Por algo es un pajero.
muy de acuerdo... a mi me encantan los cuentitos de Sebas!
Qué bueno que lo digas, Susana. Vas a tener que avisarle, porque él parece que ni sabe que ya tiene su cuentito.
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