El náufrago ya ha perdido la cuenta de los días que lleva atrapado en la isla. El tedio lo tiene al borde de la locura, el hambre tiene sentenciado a la hoguera a cualquier bicho marino o terrestre que se mueva y el desespero lo ha llevado a contemplar con seriedad la posibilidad del suicido. Sin embargo, los recuerdos lo mantienen vivo. Con el tiempo, ha perfeccionado su capacidad de pesca, cada vez le resulta más fácil hacer fuego y logró fabricar su propio lugar para dormir donde se resguarda del frío nocturno.
Una mañana, mientras bebe el agua de un coco, divisa a lo lejos una damajuana arrastrada hacia la orilla por el mar. De inmediato, el hombre activa su alarma de esperanza, arroja a cualquier parte el cocotero y corre a recoger la botella. Con gran esfuerzo, saca el corcho y descubre que en el interior hay una nota. Rápidamente, la saca y la abre. Cuando termina de leerla, reconoce su firma.
Adaptación de un texto anteriormente escrito en este blog.
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4 comentarios:
¡Qué desilusión! Además de la desesperación por todas las carencias que lo rodean, está esa maldita soledad que no se aleja demasiado de la orilla, y siempre vuelve.
Lo último que se necesita en una situación tan abrumadora.
Me encantó el micro, como tantos otros que veo germinar en este blog. Felicitaciones.
Un abrazo.
Una oda a la deseperanza. Gran micro, Esteban.
Un saludo.
Más negro porvernir ya es imposible.
Besitos
Carolina, va y vuelve esa soledad, como una condena repetida por algo que nos atormenta.
Pedro, de eso se trataba. Gracias por pasarte.
Elysa, has dado en el clavo. Un beso.
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