Empiezo esta misiva, antes que nada, extendiéndote la admiración que siempre me ha despertado tu talento y disciplina. Tal vez, quisieras que me dirigiera a ti para hablarte de algo en apariencia mucho más importante, pero por qué no pensar que la frivolidad del fútbol también pueda estrechar nuestros lazos.
Quisiera, créelo, vivir el fútbol como tú lo vives. Sin sufrimiento ni dolor. Asumir las derrotas con gallardía y sin importancia. Bien si tu equipo ganó, bien si tu equipo perdió. Eso habla de manera inequívoca de tu sensatez y de que has elegido ponerle el alma a las cosas que realmente valen la pena.
Me pongo a pensar en qué momento este deporte se me convirtió en un asunto tan relevante. Previo a cada partido del equipo del que tú inconscientemente me hiciste hincha, aún se me crea en el estómago un vacío insoportable que ni siquiera un gol a favor logra desvanecer. Pienso inevitablemente en el empate rival y de ahí en adelante, en todo tipo de debacle por bueno que sea nuestro juego. La derrota me deprime, pero la victoria solo hace que piense en el partido siguiente. Nunca tengo un instante de paz.
Nunca ha existido una rivalidad entre los dos por el amor a los colores. Así como tú simpatizas con el rojo de Santa Fe, yo amo el azul de Millonarios con una pasión desenfrenada y casi demente. De todos modos, quiero que sepas que a pesar de que he conocido a muchos seguidores de tu equipo que no merecen ni un saludo, me alegra que tu Santa Fe hoy pueda gritar “Campeón”. Solo por ti, y nada más que por el infinito amor de hijo que siento por ti, disfruto que el más enconado y clásico rival del equipo de mi alma sea el nuevo rey del fútbol colombiano. Tinte especial tiene, sin duda, que sea después de 37 años de triste sequía.
Pienso un momento y reflexiono acerca de las motivaciones que me impulsan a escribir esta carta. Y me es imposible dejar de creer que es porque conservo ese consuelo tonto de que cuando pueda ver por fin a mi equipo colgándose una nueva estrella en el escudo, yo recibiré una carta tuya, abrazándome con tus palabras, feliz por esa victoria que nos ha sido esquiva durante tantos años.
De corazón, solo por verte una sonrisa dibujada el rostro, disfruto este triunfo por ti.
Tu hijo, Daniel Fernando.
3 comentarios:
Me gusta como escribes. :)
te acompaño en tu felicitación a tu padre y recuerdo que el mío, a falta de hijos varones, me introdujo en el equipo de sus padres y abuelos (américa) y me llevaba al estadio desde los 6.
Vimared y Esarrian, gracias por sus réplicas, a pesar de lo personal de la entrada.
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