Fueron varios años tejiendo la historia en mi cabeza.
Un personaje principal, amigo de uno secundario, habitantes de un pequeño pueblo dominado por un antagonista, cercano a un tercero que elegí para darle vida al conflicto.
Para hacerla creíble, era necesario hacer una retrospectiva del protagonista, escudriñando en la oscuridad de sus antepasados. Obsesionado por encontrar sus motivaciones más primarias, logré ahondar en la vida de su familia hasta retroceder nueve generaciones. En la aventura, me topé con historias paralelas de padres compasivos, hermanos extraviados, primos desleales, tíos maquiavélicos, veteranos de guerra, sabios ancianos y un sinnúmero de personajes que, de manera indefectible, me llevaron a escribir en detalle sobre cada uno de ellos.
Con el tiempo, descubrí que la cantidad de vertientes por las que llevaba la historia me estaban desviando de mi objetivo principal. Por eso, la salida fue producto de una decisión irremediable: incluirme en el relato como un personaje más.
En medio de mi laberinto literario, quedé perdido, vagando entre mis letras, víctima de una telaraña narrativa con principio y sin final.
Aquí sigo, esperando atrapado mi destino, como un insecto más.
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6 comentarios:
Ya te lo comenté en su momento, Esteban. ¿Lo presentaste, al final, o no? Un abrazo.
No, Víctor. Presentaré otro. Uno que aún no existe, pero que será mejor que este. Un abrazo grande.
Es mareante intentar comprender lo que tu micro cuenta. Espero que se entienda, me gusta.
Besitos
Vaya Esteban, quizá seas tu el escritor que anda perdido entre tantas letras, je. Me gustó mucho la descripción de los personaje. No había pensado en algo similar. Abrazos.
El escritor atrapado en la trama de su libro... y a veces también los lectores quedamos atrapados dentro de las historias...
¡Cariños!
Elysa, claro que se entiende. Un beso.
Eskimal, pues que sirva de inspiración entonces. Un abrazo.
Lauri, tanto tiempo sin verte por aquí. Qué gusto encontrarte de vuelta. Celebro tu visita y tus amables palabras.
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