Los domingos no me levanto. Duermo la mañana, pasa la tarde, llega la noche y yo sigo en mi cama, acurrucado entre mis sábanas como una cría temerosa. Apenas logra colarse un tímido rayo de sol por entre mi ventana, cubierta por el capricho de mis cortinas, esas mismas que preparo juiciosamente la noche anterior para que el día no logre arrebatarme la prolongación del sueño. El domingo soy el amo de la pereza, el padre de todos los vicios, el don del ocio.
Hoy, sin embargo, es miércoles.
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2 comentarios:
¡Vaya! me temo que el narrador está muy deprimido, ese repetir la rutina del domingo en un día entre semana no es buena señal, no.
Besitos
¡Así es!
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