miércoles, 5 de diciembre de 2012

La puerta abierta

Mis abuelos suelen dejar abierta la puerta de su casa. Para la inseguridad de esta ciudad, no se puede calificar el acto de una manera diferente a un despropósito. Sin embargo, con el tiempo y las visitas, me he dado cuenta de que algo esconden con la apertura del portón. Ambos acostumbran a asomarse desde la entrada, como si esperaran a alguien más. Invadido por la curiosidad, sospechando que en realidad algo sucedía, un día se los pregunté por aparte, sin que ninguno tuviera la oportunidad de escuchar la respuesta del otro. Ambos me confesaron su secreto. Los dos aguardan la aparición de mi tía abuela Etelvina, fallecida años atrás. Mi abuelo la espera para recordar sus encuentros furtivos. Mi abuela, para evitarlos.

5 comentarios:

CARO GARCÍA dijo...

¡Vaya, Esteban! Esperaba que tenga algo que ver con la muerte esa espera, aunque nunca de esta manera. ¡Qué giro en el final!
Me gustó mucho. Felicitaciones.
Un beso.

Mei Morán dijo...

Bien retratado las fantasías secretas.
Un abrazo

Esteban Dublín dijo...

Caro, agradezco tus palabras. Un beso.

Mei, las fantasías de los abuelos. ¿Es que acaso creemos que no las tienen? Gracias por pasar.

Leonardo Dolengiewich dijo...

Qué bueno este texto!
Excelente el doble final: dos cachetazos súper efectivos.
Me encantó.
Va un abrazo!

Esteban Dublín dijo...

Un abrazo también para ti, Leo. Por la visita y el halago.