miércoles, 10 de abril de 2013

Encadenada

Solo cuando usted termine esta historia, entenderá por qué nunca debió haberla empezado. Sobre mí, el autor, pesa una terrible maldición: un segundo después de que la termine, moriré. Usted no alcanzaría a contar las veces que la he recomenzado. Con el evidente temor de que el fin de mis días me alcanzara, he prolongado la agonía por páginas que han alcanzado los cinco dígitos. Sin embargo, el tiempo ha pasado y viejo ya, cansado de escribir sin pausa, decidí que la versión definitiva fuera breve. No está de más traer a colación la variable más relevante de la imprecación: su traslado definitivo sobre aquel que se encuentre con mi punto final.

3 comentarios:

Pedro dijo...

Disfruto mucho de estos juegos entre lector y narrador, Esteban.

Un abrazo,

Angela María dijo...

Tiene su encanto.

un beso.

Esteban Dublín dijo...

Pedro, te agradezco, yo también los disfruto mucho. Un abrazo para ti también.

Angelita, gracias por pasar siempre.