miércoles, 5 de junio de 2013
Misterios del amor en pareja
Cuando desperté, no advertí en realidad de la anomalía. Solo un par de horas después, mientras desayunaba mi cereal, me percaté de que no aparecías en nuestras fotografías. El lugar que ocupabas en cada una de ellas ahora pertenecía a un traslúcido al que no le encontraba explicación alguna. En la de nuestro matrimonio, aparecía solo yo, con el prado y la decoración de fondo, abrazado al vacío. En la que nos tomamos cuando novios, solo yo miro a la cámara, con ese bigote adolescente y el peinado de la época que ahora me resultan ridículos. Busqué ansioso en la caja que guardamos el día que decidimos vivir juntos, pero en todas esas, incluso, tu desaparición seguía siendo la constante. No estabas en la de la visita a la costa, ni en del viaje a Chile, ni siquiera en la que nos tomamos en el aniversario de tus padres. Imaginé que era un sueño, una pesadilla para ser más preciso, pero todo volvió a la normalidad cuando escuché tu voz, ese grito nítido y grueso que tienes cuando te levantas y me pides desde el baño que te prenda el calentador para que puedas ducharte.
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