miércoles, 18 de diciembre de 2013

No basta

No basta que arrecie una tempestad en tiempos donde la aridez y la sequía hayan forjado su imperio.
No basta que se levanten los mirlos ni que creen una sinfonía con el fin único de inquietar las virtudes del silencio.
No basta que la lluvia deje de irrumpir los tejados y mucho menos que los caracoles que adornaron mi niñez retornen en forma de epifanía.
No basta, te juro, ni siquiera la benevolencia de una memoria capaz de emular los versos que se grabaron una vez y el tiempo o su inclemencia fueron desapareciendo.

No bastan los rubíes, los cánticos, los almendros, los finales ni las cañas portadoras de esperanza.
Tampoco bastan las bengalas, los suspiros, los atardeceres ni los pliegues de página que determinan la flexibilidad de los libros.
Nada bastan, ni siquiera, las figuras que se anteponen a las fórmulas o las inquietudes que contemplan aquellos que le abren espacio a la indignación.
Es que no basta el sombrero, la sabiduría, la lentitud ni asomo alguno que fundamente las bondades que trae consigo la temida vejez.

Hijo mío, es que no basta fantasía o ansiado laurel que se compare con este amor mío que, lejos de las presentaciones de la razón, no para de crecer por ti.

3 comentarios:

El Eskimal dijo...

Esteban, felicidades, y aquí sobran tanto críticas constructivas o de mala gana. Solo es un escrito personal, para mi muy lindo en lo descriptivo, tan personal e íntimo como e amor al hijo.
Abrazos.

Alís dijo...

Qué bonito.
Es cierto, nada basta y nada alcanza, no hay nada equiparable a ese amor.
Y verás que, aunque parezca imposible, seguirá creciendo y creciendo.

Un abrazo

Esteban Dublín dijo...

Eskimal y Alís, gracias por sus palabras. Abrazos para ambos.