miércoles, 21 de abril de 2010

Cambio climático

A unos cuantos kilómetros de las colinas de Túmperda se encontraba el pueblo de Dalimá. Hubiera sido un municipio como cualquier otro si no fuera por la particularidad de uno de sus habitantes: Rubén Vinicio, un hombre con la increíble capacidad de modificar el clima de su pueblo según su estado de ánimo. Cuando estaba feliz, el cielo estaba completamente despejado y el sol brillaba como diamante, pero en sus días más difíciles, el aire se tornaba denso, pesado y grisáceo. Si estaba tranquilo, reinaba un ambiente armonioso donde los gorriones cantaban, pero si, en cambio, sentía angustia, los chubascos aparecían con amagos inminentes de lluvia. Lo que último que se supo de Rubén fue que la mujer que amaba lo dejó por otro y huyó del pueblo con él. Días después, Dalimá fue sepultado por un diluvio.

21 comentarios:

Zarache dijo...

Es raro ser el primero en comentar. Lo haré antes de que se me adelante.

Angela María dijo...

Que tan dependientes somos de otras personas?, asi no lo sepamos, o acaso cuantas personas de Dalimá sabian que Rubén Vinicio controlaba el clima?

También es interesante ver como dejamos que los demas nos controlen, y les damos cierto poder sobres nuestro sentimientos y acciones.

Un cuentito muy porfundo, deja mucho para pensar.

Saludos

Isabel Mª dijo...

Me gusta la idea Esteban y como la vas desarrollando a lo largo del texto, sin embargo algo en el final no acaba de ..., si en la introducción, se utiliza el verbo en un pasado acabado, "existió un pueblo llamado...", yo acabaría el relato en "huyó del pueblo con él", bueno una humilde sugerencia, aunque ya se sabe a veces queriendo conseguir más fuerza en una parte del relato, se quita de otro.

Un abrazo, Esteban.

Pedro Peinado dijo...

Este tipo de micros en que las pasiones individuales afectan a pueblos, ciudades, etc. como fuerzas de la naturaleza, me gustan especialmente.

Un abrazo.

Verónica Calvo dijo...

OH!!!! demoledor... ploft.
Vaya vaya... espero que no le de por venir por estos lares (hubo un tormado, sería el???)

Abrazos.

Fernando Sánchez Ortiz. dijo...

Genial cuento, Esteban. Además me complace saber que no soy el único al que le sucede lo de cambiar el clima según su estado de ánimo. ¿Será el principio de una pandemia?

Soledad dijo...

Muy lindo relato... y muy buena suerte la de los habitantes de mi pueblo de que yo no tenga esas influencias.
Andarían todos de paraguas y sombrero!!

Alís dijo...

Pensaba, mientras leía el cuento, que los habitantes del pueblo tendrían que preocuparse de que Rubén Vinicio tuviese alegrías y tristezas, porque la lluvia es tan necesaria como el sol, pero llegó tarde mi sugerencia.
Tal vez en el lugar a donde se haya mudado Rubén les convendría tenerlo en cuenta.
Buen cuento.
Beso

Víctor dijo...

Lógico, como no. Un abrazo, Esteban.

Martín Gardella dijo...

Esteban, me gusta la idea de imaginar que el clima depende de solo una persona. Exploré una idea muy parecida hace un tiempo en mi relato "El gigante"
http://livingsintiempo.blogspot.com/2009/06/el-gigante.html
Sin embargo, creo que el tuyo tiene un final más contundente. Muy bueno!
Saludos

El Griego dijo...

Esteban:

Excelente tu relato. Me voy a repetir, pero te felicito por la manera de tejer el texto. Por cierto, esa idea de que el humor de tu personaje afecta al clima, me recordó a una similar que cuenta Paul Auster en "El país de las últimas cosas", sólo que ahi es el humor de la comunidad la que lo hace variar, de modo que se busca la forma de mantener el optimismo.

Un placer y salut!

Jesus Esnaola dijo...

Bonita historia, muy de realismo mágico.

Un abrazo

josé manuel ortiz soto dijo...

Esteban: si Rubén sobrevivió al diluvio de su pueblo y lo vuelves a ver, avísale que en México hay algunas zonas donde pagarían gustosos por su tristeza.
(Hacia el final, un dedazo -"que"-)

Saludos.

David Baizabal dijo...

Muy bueno, en Rubén estaría el panteísmo egocéntrico por antonomasia...y el final me recordó de inmediato a Macondo.

Me gusta la estructura del relatoy el ritmo, saludos.

Miriam Márquez dijo...

A la mujer que huyó con otro no debía de gustarle el tiempo soleado. Bonitas imágenes transmite este micro y sus afueras mágicas. Saludos.

Claudia Sánchez dijo...

Me gustó mucho el relato. Le cae bien la influencia de Macondo.
Saludos!

Esteban Dublín dijo...

Lau, lo hiciste.

Ángela, tu síntesis me emociona ya que has visto una profundidad incluso impensada para mí. Un beso.

Isabel, no entiendo muy bien tu sugerencia con respecto a los tiempos verbales.

Pedro, ¿acaso hay muchos?

Ananda, un diluvio, por su llanto.

Esteban Dublín dijo...

Fernando, seguro que es el principio (del fin).

Soledad, ¿qué le pasaría a los habitantes de tu pueblo si tuvieras ese don?

Alís, el pobre Rubén no podría mudarse. El dolor lo sepultó.

Víctor, pues no sé si tan lógico, la verdad...

Martín, ¡es exactamente la misma idea! No entendí muy bien, en todo caso, por qué tenía que ser gigante. Un abrazo.

Esteban Dublín dijo...

Griego, me gustaría leer el relato. Gracias por la recomendación.

Jesús, exageras, pero gracias.

José Manuel, creo que más de una zona en el mundo mataría por un habitante así (¿o moriría?).

Baizabal, ¿Macondo? Vaya, eres el segundo que lo dice. ¿En serio, muchachos?

Miriam, tal vez no le gustaba que fuera tan sensible (al clima).

Claudia, ¡de nuevo! Bueno, pues les agradezco mucho las referencias.

Manu Espada dijo...

Un diluvio de lágrimas. Bonito micro.

Esteban Dublín dijo...

Gracias, Manu, siempre es un honor viniendo de ti.