miércoles, 8 de diciembre de 2010

104

Dicen las malaslenguas que la vecina del 104 es bruja. La del 501 dice que hechiza a los hombres con pociones mágicas y la del aseo, que la ha escuchado hablando en idiomas rarísimos con los gatos del conjunto. Los niños del edificio le tienen pánico. Cada vez que pasan cerquita del apartamento, prefieren correr y ni siquiera en Halloween se acercan a pedir dulces. Yo, la verdad, creo que todas son habladurías. Un par de veces me he topado con ella y siempre ha sido muy cortés conmigo. Me saluda por el nombre y me desea un buen día. Esta noche, incluso, me vio quejándome por una picada que tengo en el estómago desde hace unos días. Por eso me invitó a su apartamento para darme un agua de yerbas que —según ella— me podría sentar muy bien.
—¿Con azúcar…? —me pregunta desde la cocina.
—Una cucharadita, doña María.
Cuando sale, me entrega la taza.
—¿Hace cuánto vive solo, mijo? —me pregunta sentándose a mi lado.
—Un año —le digo probando el agüita.
No entiendo por qué le dicen bruja a una señora tan amable, tampoco por qué se ríe a carcajadas, ni, mucho menos, por qué todo se está desvaneciendo…

6 comentarios:

German Andrés Sarmiento dijo...

Un final Genial para una historia genial, me ha sacado una sonrisa. Muy, muy bueno.
Escuche que todos estos cuentos acerca de los vecinos serian de un libro ...o algo así?
Saludos

Juan Vásquez dijo...

Esteban, el cuento me parece de una narrativa encarretadora, va muy bien, pero no le veo un nudo claro, o por lo menos que sea impactante o mágico (como los otros cuento tuyos). Creo yo que es por final que es algo previsible.
Yo te he leído muchos, mucho mejores.

Vos sabés que lo digo con el cariño de fan.

Felicidades

josé manuel ortiz soto dijo...

Esteban, ahora veo con recelo a mis vecinos. Creo que ellos sienten lo mismo. Me recordó a la suegra de un amigo, que se dedicaba a esos menesteres.

Saludos.

Luisa Hurtado González dijo...

Cuando el río suena agua llueva, dice el dicho. Cuando los vecinos murmuran por algo será. Pero lo que ya sí que es definitivo es que los niños no quieran ni acercarse, para algunas cosas los niños sí que saben.

Juan F. Plaza dijo...

Pues yo tengo una vecina como esa. Ahora que lo pienso, llevo una semana que veo borroso...

Esteban Dublín dijo...

Germán, me alegra mucho. La idea es hacer un libro denominado Historias de vecinos.

Juan, valoro mucho tu crítica y posiblemente tengas razón en que el conflicto no está tan claro. Un abrazo.

José, cuidado con tus vecinos. Quién sabe cuántas cosas sepan de ti...

Luisa, por eso hay que compadecerse con el protagonista.

Woddy, cuéntame más...