miércoles, 9 de marzo de 2011
Portería
La seguridad de mi edificio depende de dos porteros que se turnan entre día y noche las labores de vigilancia. El del día se llama Vicente, un viejito petulante y olvidadizo que aún, después de tanto tiempo viviendo en este conjunto, me sigue preguntando a dónde me dirijo. El de la noche es Gerardo, un gordo bonachón, tierno y torpe que una vez llega a su puesto, toma una cobija de lana y se duerme en cuestión de segundos. El cuadro es patético: si llego en el día, tengo que anunciarme conmigo mismo para poder entrar a mi propio apartamento y si llego de noche, tengo que esperar afuera golpeando la ventana de portería como un loco para despertar al celador. Todos los años, sin falta, expongo mis razones para despedir al par de vigilantes, pero el tema que siempre sale a relucir es el de su liquidación, que es muy alta y que se requeriría de un aporte extraordinario de los propietarios para cumplir legalmente con el despido. Como suele suceder cuando se habla de dinero, todos los vecinos esconden la mano. Primero me voy yo de este edificio antes que ese par de incompetentes. ¡Malditos tacaños!
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8 comentarios:
Perdona Esteban, pero esto no es un cuentito, es una realidad ;)
Aquí conozco varias comunidades en las que tienen el mismo "problema".
Y si hablaran con ellos???...
Un abrazo
Vivís en mi edificio Esteban?
Esteban, donde quiera hay porteros así. Me gustó mucho la imagen del que siempre pregunta. El vivir en condominios siempre tiene un gusto particular que no todo mundo entiende.
Un abrazo.
ja! siempre tan talentoso este muchacho.
Ananda, ¿no será que vives en mi edificio?
Seguro somos vecinos, Patricia.
José Manuel, a ti te gusta, pero yo soy el que la vive. No resulta tan divertido. Un abrazo.
¿Quién Carolina? ¿El autor o el personaje?
es el tema de una serie..jeje muy bueno
Una serie que se llama Historias de vecinos, Joaquín. Pronto, vendrán más.
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