miércoles, 18 de enero de 2012

Guardia número 21

          El guardia acaba de observar un fantasma a través de la cámara de seguridad. Pálido, trata de seguirle la pista a través de cada pasillo y, mientras traga saliva, observa que se acerca rápidamente a la cabina donde se encuentra en vigilancia permanente. La perilla empieza a girarse con lentitud y la madera empieza a chirriar como preámbulo del terror. No tiene adónde ir. Está solo. Suda. Aunque sabe que será inútil, carga su arma y apunta directamente a la puerta que se abre. Está vacía. Sin embargo, cuando mira a la cámara, detalla el espectro acercándosele. Dispara. El fantasma sigue inmune hacia él. La incontinencia aparece. El guardia desespera.
          Al día siguiente, las cámaras no registran ninguna novedad. Solo el nuevo suicidio de un vigilante más.

12 comentarios:

Mei Morán dijo...

Me pareció bien captado el momento de la desesperación que te lleva a la enajenación sin retorno.
Saludos

Víctor dijo...

Me parece muy bueno, Esteban. El final, impactante, y el desarrollo del micro capta bien el apuro y miedo del vigilante. Te salió bueno. Un abrazo internacional.

Verónica Calvo dijo...

Muy bien creado el ambiente, Esteban, si casi escucho crujir a mis espaldas.

Abrazos

Unknown dijo...

El terror se lleva (creo) mal con el micro, ya que necesita su tiempo para desarrollarse. Vos lo has logrado maravillosamente.

Un placer leerte, Esteban

Melvin Rodríguez Rodríguez dijo...

Me hizo pensar en el cine de terror japonés. Malditos fantasmas, me encanta escribir sobre ellos pero no me gusta tenerlos cerca. Una vez viví algo similar, pero aquí sigo o al menos eso creo.

Melvin Rodríguez Rodríguez dijo...

Patricia yo pienso que los micros aúnan a crear literatura de terror que verdaderamente asuste. He leído muchos cuentos y novelas "de terror", y aunque bien escritos y con elementos de lo siniestro, nunca me quitaron el sueño y me hicieron sentir escalofríos. Creo que por la naturaleza de juego de los micros se logra asustar con las letras. He escrito mucha literatura de terror y el único de mis cuentos que le produjo miedo a los lectores fue un micro titulado Ratones que puedes leer en latazadecuentos.blogspot.com

El cine cada vez hace que sea más difícil asustar con letras, pero sigamos intentando. Este ejemplar de Esteban pone el corazón a latir.

Esteban Dublín dijo...

Mei, antes que nada, bienvenida a este espacio. Celebro tu alegría ante el terror.

Víctor, pues gracias, hombre, qué amable. Estoy concentrado en sacar adelante mi segundo libro, pero mi tiempo está corto nuevamente. Te iré contando.

Verónica, antes de escribir, mira detrás tuyo.

Esteban Dublín dijo...

Patricia, eres muy amable conmigo. El terror en el microrrelato me parece fascinante. Cada vez me gusta más explorar por ahí.

Melvin, por favor, cuéntame tu anécdota. Quién quita que salga una nueva historia.

Melvin Rodríguez Rodríguez dijo...

Hace un año vivía en España. Abrí con llave la puerta de la sección donde estaba mi cuarto y el de un compañero (eran solo dos cuartos y dos baños por sección). Las puertas de los baños estaban abiertas y no había nadie allí. Cerré mi sección y abrí, también con llave, la puerta de mi cuarto, con cierta dificultad porque tenía la cerradura dañada y para abrir había que darle vuelta a la llave con fuerza, para cerrar era con llave y tirándola fuerte. Dejé la puerta abierta y me senté con mi laptop en la cama, justo enfrente de la puerta. La puerta comenzó a cerrarse lentamente y cuando llegó al final se tiró como si alguien la hubiese cerrado con fuerza. Miré la ventana pero estaba cerrada y mi cuarto quedaba muy lejos de la puerta del edificio, la única entrada de aire. Allí no había nadie y con todo y eso revisé, aparte que si alguien hubiese salido de la sección yo lo hubiese escuchado. Y no pudo ser la misma física de la puerta, porque hubiese llegado a la cerradura pero era imposible que se cerrara sola, era incluso difícil para mí cerrarla. Siempre he sido un escéptico, pero ese día tuve miedo genuino porque sabía que lo que pasó no era común. Me pasó una segunda vez cuando olvidé cerrar la puerta y ya nunca la dejé abierta. Ahora me da risa, pero en ese momento no fue graciosos, jajaja.

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Excelente, Esteban.

Consigues, con un trazo muy fino, dibujar el miedo en el alma del lector.

Un abrazo,

Alís dijo...

Está claro que al fantasma no le gusta la vigilancia.

Me gustó mucho el relato.

Besos

Esteban Dublín dijo...

Gracias por compartir tu anécdota conmigo, Melvin. Valoro mucho el tiempo que te tomaste para contármela.

Pedro, si logré dibujar el miedo, me doy por bien servido. Muchas gracias por tu amabilidad.

Alís, tanto tiempo sin verte por aquí. Me entusiasma mucho tu regreso. Un beso.