Ahora creo en los grillos.
Creo en los gorriones ocultándose detrás de los cristales.
En las noches naranjas en las que el bambú crece a la par de la caña de azúcar.
Y en los malabares de las estrellas almidonadas de polvo que se convierten en fuego artificial.
Ahora creo en las centellas.
Creo en las fórmulas físicas que atormentaron mi niñez.
En los pastizales de fantasía que contribuyeron a la mitificación y a la duda.
Y en los ojos de tu madre que hasta ahora me habían parecido extraídos de una ficción imposible.
Ahora creo en el fuego.
Creo en las llamas extintas sobre la piel de un tigre.
En el aleph borgiano que me persiguió como una sombra sin cuartel ni piedad.
Y en este mundo loco que tiene esperanzas por la sola razón de que dejaste de ser garbanzo para convertirte en mi hijo.
viernes, 7 de febrero de 2014
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