miércoles, 12 de febrero de 2014

Repeticiones

—¿Cómo es que se llama la niña?
—Valeria, abuela —repito—. Se llama Valeria. Y no es una niña. Es mi esposa.
—Ah, claro. Qué día lindo el que hace, ¿no?
—Sí, abuela. Es un lindo día.
—Mucho sol tan tremendo, ¿no?
—Por estos días está haciendo mucho sol, sí, señora.
—Gracias a Dios, ¿no?
—Sí, señora, hay que darle gracias.
—¿Y qué vas a hacer ahora?
—Me voy a trabajar después del almuerzo, abuela.
—Ah, sí. El almuerzo de hoy estaba lo más de bueno...
—Me alegra mucho, abuela. Mañana podemos comer otra cosa, si quiere.
—Huy, sí, es que ya estoy cansada del pollo.
—No hay problema. ¿Qué le provocaría?
—Pollo, mijo. Usted sabe que me gusta el pollo.
—Con mucho gusto, abuela.
—Mijo…
—Dígame...
—¿Cómo es que se llama la niña?

2 comentarios:

Alís dijo...

Tremendo diálogo. Y me resulta tan familiar!
Si llego a vieja, ojalá que lo último que pierda sea la lucidez.

Un abrazo

Esteban Dublín dijo...

Gracias por estar siempre, mi querida Alís. La vejez no es terrible, lo terrible es lo que trae consigo.