El auditorio completo estalló en ovaciones, gritos y aplausos cuando finalizó la obra. A pesar del júbilo generalizado, la soprano sabía que la admiración del público no era para ella. Lo sabía porque desde uno de los balcones del teatro, con envidia y frustración, ella también aplaudía.
5 comentarios:
¡Clap, clap, clap!
Estimado Franco, gracias por tus aplausos y ya sabes que eres bienvenido aquí.
esta cargado de un nostalgia extrañisima. Lindo, lindo cuento.
Mi estimado Jorge, te confieso, con el riesgo de lo que me digan los otros cuentitos, que este es uno de mis favoritos. Sigue pasando por aquí. Estos cuentitos te agradecen siempre que vengas a decirles algo.
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