miércoles, 27 de abril de 2011

Unicornio

Desde hace varios días, mi hijo Martín me dice que ha visto un unicornio. Lo describe esencialmente como un caballo blanco muy hermoso, con un cuerno dorado en la frente que brilla como un cristal. “Poesía barata”, pienso. Aún así, esta mañana me ha insistido mucho para que lo acompañe hasta un bosque y compruebe por mí mismo que me está diciendo la verdad. Escéptico, por supuesto, lo sigo. Nos metemos entre unos matorrales y llegamos hasta un lago que se encuentra en medio de los arbustos. “Ahí está…”, asegura, “¿Lo ves...?”. Yo observo hacia todas partes, pero solo me encuentro con árboles y con una que otra ardilla escalando por los troncos. “¿Lo ves, papá? ¡Te lo dije…!”, grita con alegría. Sigo mirando, como siguiéndole la corriente, pero sin advertirlo y de repente, en silencio, me recuerdo en un momento similar. Soy yo a los siete años, al lado de mi padre, mostrándole entusiasmado a un precioso unicornio que galopa por el bosque. Mi padre me mira, me abofetea y me advierte que no lo haga perder tiempo. “Lo veo, hijo, lo veo”, le respondo a Martín, pero la verdad es que no veo nada.

11 comentarios:

Víctor dijo...

Me gustó, Esteban. Incluso sin la aclaración final.

Abrazos internacionales.

Verónica Calvo dijo...

Es hermoso, Esteban. Me gusta mucho. Me ha llegado de manera especial, como los mismos unicornios que ya no somos capaces de ver. Es una historia llena de verdad.

Un abrazo

Sandra Montelpare dijo...

es tan tierno! bellísimo!

Luisa Hurtado González dijo...

Es lo que tienen los niños, si los padres les escuchan, pueden hacer que redescubran la fantasía, los cuentos y los seres que les rodean y que con la edad (ese cachete largo) hace tiempo que no ven.
Un beso.

Claudia Sánchez dijo...

Los unicornios solo pueden ser vistos por los niños, pero los adultos pronto lo olvidan.
Abrazos,

Esteban Dublín dijo...

Víctor, me alegra tenerte de vuelta y que te haya gustado. Abrazos.

Ananda, podemos verlos: imaginar es el secreto.

Sandra, celebro tu alegría.

Luisa, redescubrir la fantasía, creo yo, no tiene que ver con un tema de edad, sino del vicio extraño que consideramos trae consigo crecer.

Claudia, si tú puedes verlos, ¿qué importa que no te crean? Besos.

Angela María dijo...

que ternura de cuento, ojala todos los padres pudieran convertirse en niños para entender a sus hijos.

Besos.

Esteban Dublín dijo...

Es una interpretación fantástica, Angelita. Muy pertinente para el micro.

Anita Dinamita dijo...

Enlaza un poco con el otro unicornio... quizá tu también pediste uno a tus padres por Reyes alguna vez...
Qué tendrán los unicornios?
Abrazos

Esteban Dublín dijo...

No sé qué tienen, Anita, pero irremediablemente su figura se me viene a la cabeza y la idea de escribir acerca de la fascinación que me producen es inevitable. Un beso.

Ara dijo...

Recién descubro tu blog, me encantó de primera vista, exquisito uso de las palabras y ortografía, algo que se pierde en CR, y además escribes sobre fantasís, unicornios y pegasos. Seguiré leyéndote de cerca...saludos desde Costa Rica.