miércoles, 29 de febrero de 2012
Paquidérmico
Mi mascota es un elefante. Al principio fue fácil entretenerlo en el patio de la casa, pero con el tiempo su demanda de alimento se hizo insostenible. Cada vez que salgo a jugar con él, sucede algún desastre y mi madre, extrañada por lo que sucede, me pregunta con frecuencia hasta cuándo voy a durar con semejante tontería. En todo caso, no es mi culpa que, en lugar de un amigo, la vida me haya dado un animal imaginario.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Cada uno tiene lo que puede, buen giro, en vez de amigo, animal imaginario.
Un saludo indio
Mitakuye Oyasin
Gran cierre, Esteban.
Me gusta, además, la capacidad del niño de culpar de los desastres a su mascota.
Un saludo.
Claro! todos tuviemos quien hiciera males por nosotros!!
Un beso.
Pues a mí me pareció imaginario lo que vi el otro día en Madrid: una chica de unos 40 años iba paseando por la calle a su cerdo. Lo llevaba con correa (no recuerdo si cascabel).
Abrazos,
P
Es que se buscó un animal imaginario un tanto "grandote"
Me gustó.
Besitos
David, de eso se trataba. Un abrazo.
Pedro, te agradezco tus palabras. Tendemos a culpar, evadiendo nuestra responsabilidad, pero es bueno pensar que tiene que ver con la imaginación.
Angelita, ¡que lo digas!
Pablo, eso también amerita su historia. A ver si te lanzas.
Elysa, con la imaginación no se valen los límites. Menos aún, de tamaño. Un beso.
Publicar un comentario