viernes, 11 de mayo de 2012
En punto
Era un puntual obsesivo. Cumplió a cabalidad con cada cita que se dispuso para él. Obligó a su madre a llegar a la hora exacta de su primera comunión. Sin falta, cumplió la cita al trabajo que lo haría un virtuoso relojero, labor en la que jamás retrasó ningún pedido. Llegó puntual a su matrimonio y a la renovación de sus votos a los diez, veinticinco y sesenta años. No es de extrañar —entonces— que a la hora de su muerte también haya llegado en punto.
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10 comentarios:
Yo creo que a la hora de la muerte todos seremos puntuales. Un abrazo.
Siguiendo el comentario de Mar... creo que La Parca se encarga de que estemos a la hora
Puntualidad británica, sí señor. Muy bueno.
Pues en este caso yo intentaré hacerla esperar...
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
El personaje tiene doble mérito porque en realidad la muerte siempre llega a destiempo.
Saludos anticipados
Muy poética reflexión sobre el tiempo, quisiera que no estuviéramos tan esclavizados por el reloj.
Saludos.
En fin, con la muerte creo que ya la he hecho esperar y voy a seguir siendo impuntual, no voy a seguir el ejemplo de tu personaje, no.
Besitos
Mar, no creas. Conozco a algunos que han escapado de acuerdo a su proceder. La gente les dice políticos.
Luisa, tal vez sea así, pero me gusta pensar que logramos escapar de su puntualidad.
Manu, gracias por estar aquí en punto. Siempre es un placer.
David, igual que yo. ¡Salud!
Mei, tiene doble mérito por su cumplimiento en vida que, a la larga, deriva en el indefectible de la muerte. Abrazos.
Melvin, yo también quisiera lo mismo, pero no hay una realidad más evidente. El tiempo es nuestro mayor enemigo. Sea cual sea la circunstancia.
Elysa, bien por ti. Yo te sigo en ese objetivo de incumplirle la cita.
Su desviación le hizo no regatear con la de la guadaña.
Un abrazo.
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