miércoles, 2 de mayo de 2012

Nuevos tiempos

Desde que Erasmo Andrade tiene memoria, el reloj de pared siempre ha estado colgado en medio de la sala principal. Lo curioso —o lo aterrador, mejor dicho— es que solo se mueve el día que un miembro de su familia va a morir. Después de años sin que circule ni siquiera un milímetro, las manecillas avanzan de repente un día y anuncian la hora de defunción exacta de alguno de los Andrade. Así fue con el tío Ernesto, con la prima Dolores, con la tía Etelvina, con sus dos abuelos y, recientemente, con su padre. Durante generaciones, han tratado de quitarlo, taparlo, quemarlo o destruirlo, pero todos los esfuerzos han sido inútiles. El reloj se mantiene ahí, visible a todos los que pasan por la sala con sus certeros anuncios fatales. 

Hoy, después de ver partir a toda su familia, solo quedan Erasmo y el reloj. Como era de esperarse, una vez más, las agujas se han movido. El hombre se resigna reclinado sobre el sillón de la sala principal, esperando a que la hora de su reloj de pulsera coincida con del de la pared. En punto, la reliquia cae y se deshace en pedazos contra el suelo. Erasmo se siente satisfecho, vencedor como último miembro de su familia. En todo caso, ya es un anciano y está cansado. No celebra, no grita, ni siquiera ríe. Solo se recuesta aliviado sobre el sillón y se duerme.

4 comentarios:

Deigar dijo...

Lo osado y estricto del tiempo. A lo mejor, en el fondo, Erasmo no se sentía tan vencedor.

Víctor dijo...

Me gustó ese final, Esteban. Esperaba la muerte anunciada del prota y me sorprendió el final. Abrazos internacionales.

Elysa dijo...

No sé de alguna forma el reloj ganó, solo murió porque ya solo quedaba uno y anciano.
Me gustó.

Besitos

Esteban Dublín dijo...

Deigar, vencer es también una interpretación. ¿A quién por quién?

Víctor, voy tratando de que ese recurso no sea en la referencia de mis historias, voy tratando...

Elysa, el triunfo no le pertenece a nadie, en realidad, todo termina siendo prestado.