viernes, 25 de enero de 2013

El hombre al que todos le desconocen el nombre

Soy el primero que llega a la oficina. Soy el último que se va. Durante el día, observo a mis compañeros frente a sus ordenadores, pegados como larvas a sus equipos, en una rutina que empieza a las ocho y culmina a las dieciocho. Si acaso, uno que otro se acerca y me pregunta algo de mi vida, indagaciones que evito con una mentira o con monosílabos para que se dediquen a lo suyo y a mí me dejen en paz. A dos cubículos del mi puesto está Paloma, una pelirroja con la que fantaseo de la manera más vulgar durante mis noches de solitario. Los más cercanos a mi cubículo son Martín, Dubán, Marina y Fernando, todos de contabilidad. Y bastan unos pasos para que, en el caso de que me levante de mi asiento, me encuentre con el señor Galindo, el dueño de la empresa. Pronto van a saber de mí todos estos cabrones. Esta semana llega mi pedido de tipo militar.

4 comentarios:

Glez.-Serna dijo...

Parece que se acerca "un día de furia". Si tu personaje no se da prisa, quizás Obama consiga sacar adelante su ley de control armamentístico y le devuelvan el pedido.

Angela María dijo...

Recordé a Saramago en su libro "Todos los nombres".

un beso

Esteban Dublín dijo...

Glez, se acerca, se acerca, se acerca. Por más medidas que se tomen, a veces la fatalidad es inevitable.

Angelita, ¿qué recordaste exactamente?

Angela María dijo...

La forma de narración,en seguida me llevo a las oficinas de registo que describe Saramago en su obra. Aunque el micro esta en primera persona y el libro no. También pensé en Don José como el protagonista de esta historia.