martes, 3 de junio de 2008
La lámpara
Una ligera y delicada figura de humo se tejió en el aire después de que Fulgencio Matamoros frotó la lámpara que había encontrado enterrada en la playa. La figura formaba un hombre corpulento. Sobre su boca colgaba un delicado bigote y sobre su mentón, una fina barbilla. Ambas cosas le daban un aire de sapiencia extraordinario. De repente, Fulgencio Matamoros empezó a saltar dichoso gritando lo rico que sería. Cuando el genio lo vio jubiloso, una amplia sonrisa se le dibujó en el rostro. Unas palabras torpes, pero contundentes, le siguieron a esa sonrisa que apagó de manera fulminante la felicidad del pescador: “¡40 años en esta lámpara y ahora soy libre gracias a ti, hombre negro! ¿Ya puedo pedir mis tres deseos?”.
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7 comentarios:
Buen cuento. Ya me imagino la cara del pescador. Pero aparte de lo literario en el fondo se encuentra un toque sarcástico para con nuestra realidad, ahorita el genio de palacio también nos pide el tercer deseo y quizás un cuarto
Esto no parece cuento... parece más una crónica!... una corta, pero crónica al fin y al cabo...
Las cosas hoy en día están al revés, todos estamos como el pescador de tu cuento/crónica.
Querido Esteban: anotada queda tu petición del pibe Valderrama, a la espera de tener un hueco.
A veces estoy falto de ideas y me viene muy bien. Gracias por tu visita.
Hombre Esteban... pobre negro el Fulgencio aquel... je je je. Me hiciste recordar una gran variedad de chistes sobre el genio de la lámpara uno de mis preferidos es el del hombre que encuentra la lámpara la frota y el genio le dice que le va a conceder dos deseos, entonces el hombre lo piensa y le pide una botella de licor que nunca se le termine. El hombre comienza a beber y el genio esperando la petición del otro deseo y él beba y beba. Cuando ya estaba bien hincho el hombre le dice al genio: "esto está muy bueno, yo quiero otra igual".
Creo que al escribirlo no tiene tanta gracia. A los negros en esos cuentos les va muy mal, recordé también aquel del negro que va por el desierto con una sed la verraca, se encuentra la lámpara, la frota y cuando aparece el genio le dice que le va a conceder un deseo. El negro después de pensarlo le dice: "quiero ser blanco y tener mucha agua". Y ¡trin! lo convirtió en sanitario.
Mi estimado Aretino, qué bueno que hayas encontrado reflejos de nuestra realidad en este cuentito. A la larga, muchos de ellos quieren decir cosas más allá de lo que se lee.
Así es, querida Mandrágora, los deseos del hombre cada vez se vuelven más deseos del resto. Ya nada nos pertenece.
Muy bien, Kikelín, estaré pendiente.
Estimado diséntrico, con eso que me dices acabas de redondear una idea que me viene rondando por ahí para que los que rondan por aquí envíen sus cuentitos con ciertas pautas que los mismos cuentitos se atreverían a dar. ¿Te suena o no?
Me suena y mucho... Fa fa fa...
Bueno, Alex, entonces pronto empezaremos...
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