El niño consigue una pluma de águila y empapa la punta con esencia de gloria. Luego toma un rayo de sol, un pétalo de rosa y un lingote de oro puro. Los mezcla a los tres en un frasco. Enseguida, mientras derrama una gota de eternidad sobre la mezcla, prende una fogata con los huesos de un héroe. El niño enciende el fuego arrojando la pluma y vertiendo la mezcla del frasco. En ese momento, de la fogata, nace el Fénix. Quinientos años después, cuando la llama está por extinguirse, en un doloroso rito, el ave llega hasta la hoguera y se funde con el fuego. De las cenizas, nace el niño.
miércoles, 23 de febrero de 2011
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8 comentarios:
Me gustó mucho la vuelta y meneo que le pegaste al mito. Y la prosa cuidada y sugerente. Excelente, Esteban.
Abrazos.
Me gustó, Esteban. Más por el significado, pero me atrapó de entrada.
Un abrazo fuerte
Qué buena pócima!!! Me encantó el final, el resucitar del niño
Abrazos
A ti te va el realismo, ¿no, Esteban? Bien la revisión del mito, la vuelta final, el niño como prota...
Un abrazo internacional.
Ah!!!! Qué placer de lectura.
Nueva versión del mito, Esteban.
Felicidades.
Me gusta mucho, el inicio captura mucho.
Si nosotros mismo no somos nuestros heroes entonces quien?
Un beso.
Agus, debo confesarte que este micro me gusta mucho, precisamente, por la vuelta del mito.
Ananda, gracias. Un beso.
Anita, yo también quiero probarla.
Víctor, ¡sí! El realismo mágico.
Muchas gracias, Patricia.
José Manuel, más que la nueva versión, procuré cuidar mucho la prosa. Abrazos.
Angelita, valientes sobran. Ahora, que se lancen... Un beso.
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