miércoles, 13 de julio de 2011
Rarezas de la reflexión
A pesar de todas las invenciones que se han creado alrededor de los espejos, siempre me fue imposible dejar de pensar que cada vez que me alejaba del que adornaba mi pared, una vida paralela se desarrollaba detrás del cristal. Con el alba, y antes de que sonara mi despertador, corría hasta el baño a ver si lograba sorprender a mi otro yo en alguna de sus andanzas. Sin embargo, el resultado siempre era el mismo: una réplica exacta y simultánea de todos y cada uno de mis movimientos. Pasaron muchos años antes de que descubriera lo que me temía desde el principio, pero cuando ya había dado por olvidado el tema, pasó algo inusual. Una mañana, cuando miré mi rostro, me vi pálido, ojeroso, con esa imagen del sufrimiento que trae consigo el fantasma del desamor. Incrédulo ante cómo me veía, me acerqué y, sin advertirlo, leí labios de mi necio reflejo, que suplicaba desde su mudez: “Por favor, sácame de aquí”.
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5 comentarios:
Jo, Daniel, ... me has dejado dentro la desazón del otro lado del espejo. Impresionante relato. Estás que te sales!
Abrazos
Ahora entiendo muchas cosas de mi reflejo, Esteban, pero el mío tiene cara traviesa ;)
Abrazos
Bienaveturados los que no han sido estrellados por un espejazo.
El mío tuvo lugar cuando al ir a peinarme me encontré con una cara de iguana.
Los espejos siempre provocan cierta inquietud, siempre me quedo pesando como será ese otro lado, ahora ya sé un poquito más.
Abrazos
Anita, ¿no será que estamos al otro lado del espejo mientras otros viven una vida paralela?
Ananda, yo también he venido entendiendo cosas del mío.
Carlos, ¡Qué cosas te pasan!
Elysa, yo no solo me lo pregunto. Quisiera romper mis espejos para ver qué es lo que se esconde detrás de ellos.
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